“El hambre no es sólo una tragedia, sino una vergüenza para todos”. Esto dijo el Papa Francisco en octubre de 2020. Y es que por incomprensible que parezca, la problemática del hambre a nivel global había perdido el protagonismo que merece debido a la emergencia de otras preocupaciones sociales como el cambio climático, el terrorismo, el narcotráfico, los gobiernos corruptos o el declive de la democracia. Sin embargo, el período de gran crisis que se ha abierto tras la pandemia del coronavirus y la invasión rusa en Ucrania vuelve a recordarnos que hay pocos problemas tan apremiantes como no tener qué comer.Dice mucho que uno de los principales acuerdos durante la cumbre del G7 —el grupo de las mayores democracias industrializadas del mundo— celebrada en Alemania esta semana fuera el desembolso de 4,500 millones de dólares para paliar los aumentos de precios y la escasez de los alimentos. El llamado club de los países más poderosos del mundo también anunció que reforzarán la producción de fertilizantes, indispensables para que la comida llegue a todas las mesas. La inflación y la inestabilidad económica pueden arrojar a miles de personas a no tener qué comer en los próximos meses. En el Gobierno de Jalisco somos conscientes que, mediante una cooperación virtuosa entre el Estado, la Iniciativa Privada y la Sociedad Civil, podemos paliar los efectos de la crisis económica global y avanzar hacia la erradicación del hambre. Estamos listos para enfrentar los efectos de la inflación y la carestía, y lo haremos a partir de soluciones integrales, bien planeadas y de largo plazo. En Jalisco, nuestros principios son la eficiencia y los resultados. Nuestro objetivo es claro: que en diez años erradiquemos la pobreza alimentaria en Jalisco. El gobernador ha sido enfático: la política social de Jalisco está plenamente alineada con el cumplimiento de los objetivos del Milenio planteados por la Organización de las Naciones Unidas. Estamos comprometidos con un Jalisco sin hambre como parte de un planeta más justo. Estamos implementando ocho estrategias prioritarias para atacar a este mal que produce desigualdad, violencia, enfermedades físicas y mentales y falta de oportunidades:Uno, entrega directa de alimentos a grupos vulnerables, como la niñez y los adultos mayores. Dos, desayunos escolares, con especial atención a los municipios con alta incidencia de pobreza alimentaria. Tres, atención focalizada a mujeres embarazadas y en lactancia, para que el bebé reciba todos los nutrientes necesarios en sus primeros mil días. Cuatro, comedores para los grupos más vulnerables. Cinco, apoyo directo a familias que han padecido violencia o desintegración. Seis, entrega inmediata de alimentos en caso de catástrofes naturales. Siete, fortalecimiento de bancos de alimentos en alianza con la sociedad civil, para que la comida llegue a todos los municipios de Jalisco. Ocho, atención prioritaria a la niñez que padece algún tipo de cáncer.No podemos quedarnos de brazos cruzados cuando se trata del derecho más preciado: comer para poder existir. En tres años de Gobierno, hemos logrado revertir la tendencia de incremento en la pobreza alimentaria. Según datos del CONEVAL, 67 mil jaliscienses dejaron de padecer hambre desde 2018. Esto contrasta con el incremento en el número de personas que sufren carencia de alimentos en el país desde el inicio de la actual administración federal. Estoy seguro de que vamos en la ruta correcta, pero nos falta muchísimo por hacer. Atender el hambre no es caridad: es la obligación constitucional de todo gobierno. Y los derechos no son dádivas. El derecho a una alimentación sana y nutritiva es fundamental para poder ejercer otros derechos, como el derecho a la educación, al trabajo o al ocio. Nuestro compromiso es trabajar todos los días para que en una década celebremos en Jalisco uno de los mayores logros de los que puede presumir una sociedad: hambre cero.
