Martes, 26 de Noviembre 2024

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Abjura de guardar y hacer guardar

Por: Augusto Chacón

Abjura de guardar y hacer guardar

Abjura de guardar y hacer guardar

La república celebra a la República con un fin de semana largo, de fiesta. En tanto, la República languidece ante el festejo oficial que le rinden las y los gobernadores, que ni la entienden ni la procuran, asustados por lo que pueda pensar el Presidente López Obrador, que ve en ella la causa de sus males, los de él. Las actitudes presidenciales alcanzan para inferir que siente que para lo único que la República le ha servido es para que una multitud vocifere sin freno, una que no lo comprende y que no lo deja trabajar a su aire, es decir: atenido a su regalada gana y soportado por sus peculiares maneras de entender los arreglos políticos que lo auparon al poder, de los que ahora reniega.

El festejo es consecuencia de que el 5 de febrero de 1917 se promulgó la Constitución de la que emana la idea de república (secuela de la de 1857 y ésta de la de 1824) que supuestamente contiene lo que como nación somos y cómo es que queremos ir siendo. En palabras de Jaime Olveda, refiriéndose a conceptos de Roberto Breña quien: “aclara muy bien que este régimen [republicano] acabó por imponerse [en los albores del siglo XIX] para desligar a las nuevas naciones de la tradición monárquica y centralista de España, y porque la clase política de ese momento asumió que para responder a los desafíos tan desconcertantes de esa época, el republicanismo era la mejor alternativa. Se imaginaron un país armonioso y equitativo, en el que cada una de sus partes constitutivas gozaría del derecho de tomar sus propias decisiones. Cuando este grupo hablaba de república se refería a una utopía, a algo imaginario.” (Del libro publicado por El Colegio de Jalisco y el Gobierno del Estado: La primera generación de republicanos en México, Jaime Olveda, coordinador. 2023).

Continúa Olveda en el prólogo del libro citado: “Estas ideas novedosas y cautivadoras se difundieron y arraigaron en la imaginación, gracias a los números impresos que circularon por las ciudades provinciales entre 1823 y 1824, los cuales mostraron al mismo tiempo las deformaciones y los vicios del orden anterior para hacer más convincente la idea de que la república conducía a la felicidad. (…) Su ideal contemplaba la defensa de la libertad y la igualdad, y el repudio a la monarquía, la opresión, la tiranía, la concentración del poder, la vigencia de los viejos privilegios y el despotismo por pervertir la justicia y la libertad”.

Ideas novedosas y cautivadoras, si nos detuviéramos a repensarlas, a acariciarlas doscientos años después, nos sorprendería para cuantos, para cuantas resultan igual: novedosas y cautivadoras. Sigue Olveda: “Algunos tardaron un poco más en declararse republicanos, como fue el caso de Antonio López de Santa Anna, quien expresó que habiendo sido «educado bajo la monarquía no estaba preparado para ese cambio», tal y como lo describe Will Fowler en su artículo [en el mismo libro] sobre este personaje”. De regreso a la conclusión previa: doscientos años después pasma verificar que no son pocos en la clase política quienes no están preparados para ese cambio habiendo sido educados en las autocracias sexenales.

De ahí que el presidente no tenga en su agenda ir a la conmemoración de la República: las Entidades y la Federación representadas para refrendar la idea novedosa y cautivadora. Él, así está anunciado, solemnizará a la república que él sólo conforma, con el mecanismo monárquico de presentar reformas, casi bandos, a la multirreformada y deformada Constitución, para que cada vez el arreglo político que define a México se parezca más a él, a sus convicciones personales. En 1965 José Álvarez y Álvarez de la Cadena escribió el libro Memorias de un Constituyente, él lo fue. Le preocupaba cómo ya desde entonces se diluían algunas de las ideas que dieron forma a la Carta Magna, en el prólogo escribió: “Hay opiniones equivocadas sobre los artículos de la Ley Suprema que significaron el cambio hacia la justicia social; surgen de quienes pretenden ser historiadores de sucesos que no vieron y que menos han estudiado”. Por supuesto, no es republicano pretender que no existan divergencias sobre el contenido de la Constitución, pero tampoco es republicano que un individuo se erija como su único intérprete válido, como el único conocedor de la historia y que a partir de su interpretación desestime los fundamentos de la República: las entidades libres y soberanas que la conforman; actitud que no es nueva, lo que sí es flamante en el caso de López Obrador, es que la está llevando al extremo de tratar de reafirmar la continuidad de su régimen unipersonal por motivaciones milenarias: poder y codicia, además apurado por el resentimiento que íntimamente lo mueve.

Dicho lo anterior, lo recomendable es que quienes no son parte de su grupo de interés, el del presidente, no se queden paralizados ante la luz incandescente de sus propuestas, buscan distraer la atención que provocan las fallas de su Gobierno y las de él como político que protege corruptos; su pretensión cotidiana es llevarnos al rincón de sus ocurrencias para instalarnos en debates que no tienen efecto positivo en la vida de la nación, y tampoco en la de la gente. Sin embargo, no desperdiciemos su campaña de justificación para instaurar su reino, moral y políticamente sólo avalado por él, para reflexionar sobre el modelo de orden político que queremos y cómo lo debemos defender. En tanto, ojalá mañana, en Querétaro, las gobernadoras, los gobernadores y los representantes de los poderes que no son parte de la corte de Palacio Nacional (¿los hay?) se hagan cargo de lo que representan, porque ya entendimos que de un tiempo para acá de lo que sí se hacen cargo es de que no deben incordiar al autócrata, con lo que nomás han conseguido que los y nos ningunee más.

agustino20@gmail.com

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