Andrés Manuel López Obrador ha cometido un error garrafal al responder como lo ha hecho a las demandas de diversas colectivas y organizaciones de feministas tras los infames casos de feminicidios, entre ellos la niña Fátima, y ante la convocatoria a la manifestación del Día Internacional de las Mujeres y el paro feminista del próximo lunes 9 de marzo.A pesar de los recientes intentos de corregir su relación con el movimiento feminista, los primeros mensajes fueron de menosprecio, de desaciertos, de desconocimiento del tema al lanzar de su ronco pecho un supuesto decálogo contra la violencia hacia las mujeres y con el pésimo mensaje de subestimación al anunciar la venta de un sorteo especial de la Lotería Nacional el mismo día del paro feminista.A esta cadena de errores se suma la pésima respuesta que le dio a la periodista Isabel González, de Grupo Imagen, luego de que un infame comunicador que trasmite por Facebook, Paul Velázquez, manifestó sus deseos de que la primera fuera baleada. En lugar de pronunciarse con firmeza en contra de esa incitación a la violencia, López Obrador abogó por el perdón y los abrazos.Y antes de esto se sumó el linchamiento promovido por personajes allegados al Gobierno de la Cuarta Transformación, como Alejandro Solalinde, en contra de la activista feminista Frida Guerrera, con la ayuda de un supuesto comunicador a quien se le abre con facilidad el preciado micrófono mañanero que difícilmente llega a periodistas serios.Habrá consecuencias políticas, sin duda, luego de esta larga cadena de errores que López Obrador y su Gobierno han cometido en el tratamiento de las exigencias del movimiento feminista del país para contener y abatir las distintas expresiones de violencia machista.La postura más reciente de López Obrador ocurrió la mañana del viernes 6 de marzo, cuando una periodista le preguntó al Presidente si se consideraba feminista y respondió que no, que se consideraba humanista. “Me considero humanista (…) yo considero que lo fundamental es el humanismo, es mi punto de vista, en el caso de nuestro país, considero que el principal problema que enfrentábamos era la corrupción”, dijo en conferencia de prensa matutina celebrada en San Luis Potosí.Hubiera sido menos costoso políticamente si, desde el comienzo de este debate, hace tres semanas López Obrador hubiera admitido que no era feminista y que no sabía de feminismo, pero que pondría al frente de este tema a una mujer que sí supiera y hubiera convocado a representantes del movimiento feminista que quisieran elaborar el plan para contener las violencias contra las mujeres. A excepción, claro, de corrientes feministas que no quieren trato con el Estado.Pero en lugar de admitir desde un comienzo su ignorancia sobre el movimiento feminista, López Obrador se enredó, subestimó, insultó y menospreció la importante lucha que los distintos feminismos del país están dando contra la violencia machista y contra el patriarcado.Ahora parece que el Gobierno de la Cuarta Transformación quiere corregir su relación con el feminismo y para ello puso al frente a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y las mujeres que han integrado el gabinete. Pero todo puede quedarse en discurso, como en otros gobiernos de otros colores.De nada sirve enmendar el discurso si no cambian las prácticas. El viernes pasado, Itxaro Arteta publicó en Animal Político un reportaje donde constató que las instancias que atienden la violencia contra mujeres han disminuido su presupuesto y la atención a casos concretos, como en Protocolo Alba, que disminuyó su activación en 2019, el primer año de Gobierno de López Obrador. Al mismo tiempo se registró un subejercicio de 25% en la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) (https://bit.ly/38vWyV8). Estas omisiones no son responsabilidad de administraciones anteriores. Son responsabilidad del actual Gobierno.Si quieren reparar la cadena de errores que el Gobierno actual ha cometido contra las demandas del movimiento feminista, debe cambiar en el discurso y en la práctica.Y reconocer que el patriarcado es uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, no sólo la corrupción.