El ejercicio del poder distorsiona la visión de la realidad. No hay manera de que un presidente se sustraiga a esta condición propia de quien decide el destino de los otros. Todos los presidentes la han sufrido, por supuesto unos más que otros. Quizá quien menos sufrió de ello fue Ernesto Zedillo, por la forma en que fue candidato y por la manera en que arrancó su gobierno en medio de una terrible crisis; quizá a quien, por su personalidad y su forma de estar en el mundo, más le lucía la arrogancia del poder era José López Portillo. Pero todos los presidentes, invariablemente, sufren de la arrogancia propia del mareo de quien todo lo puede. Lo que nunca habíamos visto, y eso sí es una innovación de López Obrador, es que se usara el Informe, la tribuna más emblemática del poder, para atacar y denostar a quienes no están de acuerdo con su política.La arrogancia del poder salió a relucir en varias frases de López Obrador; se llamó a sí mismo el mejor gobierno (“No es por presumir, pero en el peor momento contamos con el mejor gobierno”) y se puso en el centro de todo, como suele hacerlo. Sin embargo, lo que llama atención fue el uso de la tribuna para lanzar calificativos. Llamar arrogantes al presidente de la Corte y al fiscal por no haber asistido al Informe, “tienen la arrogancia de sentirse libres”, dijo, y “pseudo ecologistas” a quienes han criticado sus decisiones en materia medioambiental por la construcción del Tren Maya o la refinería de Dos Bocas, es desde donde se vea un abuso de poder.No tengo idea de cuáles sean las razones por las que el fiscal y el presidente de la Corte no fueron al Informe. Me encantaría pensar que es una forma de expresar su desacuerdo y su no sumisión al poder presidencial, pero lo dudo, sobre todo en el caso del fiscal que no tardó ni cinco horas en obedecer una instrucción del presidente dictada desde la mañanera. Lo delicado, en todo caso, es que el presidente piense que el ejercicio de la libertad es una arrogancia. El mensaje, como en los viejos tiempos, es tan simple como espeluznante: decirle no al presidente es un desacato y una afrenta.Lo que hay que tener claro es que la arrogancia nace del poder, nunca de la libertad. La libertad, sea de expresión, de pensamiento o de decisión es por naturaleza transgresora, rebelde y nunca es servil al poder.(diego.petersen@informador.com.mx)