Si teníamos duda del perfil conservador de López Obrador, la postura reiterada ayer respecto a la despenalización del uso de la marihuana es sólo una cuenta más en el rosario. Como todo buen moralista, el presidente quiere proteger al pueblo de los males que vienen de fuera. El moralista, sea un cura, un ministro, un militante de la derecha o un populista -interpretador perenne de los deseos del pueblo- tiende a imponer su visión sobre el resto de las personas a las cuales considera incapaces de tomar decisiones propias, sea porque hay un precepto a respetar o un bien moral superior a proteger. El presidente dijo que enviaría una iniciativa para la legalización de la marihuana para uso médico. El problema es que lo que la Corte ordenó fue otra cosa. La Corte pidió que se legisle para el uso medicinal y recreativo porque, argumentó, “el derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad permite que las personas mayores de edad decidan -sin interferencia alguna- qué tipo de actividades lúdicas desean realizar”. Al no tener la cannabis efectos en la salud mayores o distintos a los de otras sustancias ya permitidas como alcohol o cigarro, el Estado no puede ni debe estigmatizar y perseguir a quienes por derecho y decisión propia deciden consumir una sustancia por el puro placer y deseo de hacerlo.La Corte también dejó muy claro que, al igual que otras ya permitidas, se trata de una sustancia que no es inocua, por lo que el Estado debe regular el acceso y establecer los mecanismos necesarios para evitar el contacto en edades tempranas. Ese es el tema de fondo y por supuesto que va más allá de su uso médico. Legalizar el uso médico de la cannabis está muy bien, pero seamos sinceros, si bien hay padecimientos donde este fármaco resulta sumamente eficiente, la verdad es que en la mayoría de los casos hay otros igual o más efectivos. De lo que se trata, pues, no es sólo de normar el uso médico, sino de romper con una cadena ilegal de distribución y comercialización que genera violencia y corrupción.No atender la legalización del uso lúdico es salirse por la tangente, evitar, por la visión moralista del presidente, entrar al debate de fondo, que no son los qués, esos están claramente dictados por la Corte, sino los cómos y los cuándos, con qué estructura y en qué tiempos, con qué condiciones y gradualidades -como lo plantea el doctor De la Fuente- vamos a legalizar la marihuana. El presidente puede no entrar al debate si no quiere, pero el Poder Legislativo no puede, ni debe, evitarlo.(diego.petersen@informador.com.mx)