El 13 de mayo de 1961, en uno de los salones de la Casa Blanca en Washington en donde se encontraban todos los embajadores de países latinoamericanos, el que en aquel entonces era el titular de la Oficina Oval, el presidente John F. Kennedy, propuso un programa de ayuda económica y social para el hemisferio. El documento, que fue leído en su totalidad y transmitido en español por radio a través de la Voz de América (VOA) para todo el continente, se denominaba Alianza para el Progreso, que contenía iniciativas para mejorar las condiciones sanitarias, ampliar el acceso a la educación y la vivienda, controlar la inflación e incrementar la productividad agrícola. A partir de ese año y durante los siguientes diez -hasta 1971-, los Estados Unidos canalizaron 20 mil millones de dólares -equivalentes a 82 mil millones de la actualidad-, que fueron dirigidos por el Banco Interamericano de Desarrollo, institución financiera de asistencia para la región que había sido creada en 1959.Pero esa no es la única ayuda que el país vecino ha proporcionado a los países latinoamericanos. Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial los norteamericanos de manera sistemática han proporcionado ayuda económica a las naciones latinoamericanas y del Caribe por casi 200 mil millones de dólares. Solo para este año están presupuestados 2,407 millones de dólares, de los cuales 58 por ciento son ayuda económica directa, 25 por ciento a programas de salud y el resto a diversos nichos.Con estos datos en mente, es por eso que ayer -en este mismo espacio- dijimos que nos parecía infundado y sin sustento el reclamo de mal gusto que López Obrador había hecho al presidente Biden, cuando en las primeras frases de su intervención durante la reunión lo hizo corresponsable que su país “no ha hecho nada en materia de cooperación, sostengo que es el momento de terminar con ese olvido, ese abandono, ese desdén hacia América Latina y el Caribe”, y le pidió, “usted tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países del continente americano. Comenzar con usted una nueva etapa de los pueblos y naciones del continente, a partir del respeto y de la ayuda mutua”.Sin embargo, AMLO ha reconocido en muchos de sus monólogos desde el púlpito de las mañaneras que de Estados Unidos ha salido mucha ayuda para los países latinoamericanos, pero lo interpreta como una forma de fomentar el intervencionismo estadounidense. Solamente hay que recordar su declaración del 7 de mayo del 2021, minutos antes de la llegada de la Vicepresidenta Kamala Harris a México, cuando acusó al gobierno de Estados Unidos de estar detrás de la financiación de organizaciones civiles- a las que considera sus enemigos- y dio órdenes de presentar una queja diplomática en Washington. Y lo más reciente, con la salida de Pedro Castillo de la presidencia de Perú, señalando que Estados Unidos “avala toda la maniobra truculenta para destituir a un presidente”.Habrá que decirlo de manera clara. Si los Estados Unidos envían recursos económicos a diferentes naciones, seguramente no lo hacen porque son ‘madres de la buena caridad’. Por supuesto que protegen sus intereses, máxime cuando en casi todo el mundo tienen bienes y capital invertido.Lo grave del asunto -aunque ya debemos estar acostumbrados- es que no podemos lanzar culpas sin conocimiento de causa y argumentos sólidos. Y menos cuando estamos frente al invitado que representa al país del que nuestra dependencia es tanta, que ‘cuando a ellos les da gripe, a nosotros nos da pulmonía’, además de dar la impresión de ser ‘limosnero y con garrote’. ¿Usted, qué opina?daniel.rodriguez@dbhub.net