El tema en la vida pública nacional es Andrés Manuel López Obrador. Ya no es noticia que el mandatario sea la noticia, ¿estamos de acuerdo? La novedad, realmente, es la consolidación de una percepción que se había frenado más o menos exitosamente durante la primera mitad del sexenio: el Gobierno de la Cuarta Transformación es tan humano y político (y corrupto) como los de antes. Cantidades más, cantidades menos. La cuestión es que operan igual que quienes los antecedieron.Después de leer el renglón anterior, ya muchos se disponen a rasgarse las vestiduras. Ya descalifican y sienten traicionadas sus esperanzas.Es una de las virtudes políticas de la gestión de López Obrador: generar esperanza, expectativa. Hacer creer que él y todos los que trabajan en su Gobierno son diferentes (mejores, mucho mejores) que quienes estuvieron antes en el ejercicio del poder.Esa narrativa ha venido construyendo una percepción mayoritaria en el país desde hace al menos cuatro años. Sí, desde antes de las elecciones de junio 2018 y hasta la jornada electoral, la misma que ganó el candidato López Obrador con una mayoría contundente, incuestionable, afincada en los procesos electorales que tanto se cuestionan desde Morena y desde Palacio Nacional.Desde una perspectiva técnica, no política, se han cuestionado con sólidos fundamentos muchas de las decisiones que el Presidente ha tomado: cancelar el aeropuerto de Texcoco por hechos de corrupción que no castigaron a nadie; organizar una consulta para rechazar la inversión de una empresa cervecera en Baja California, para luego otorgarle una sede en el Sureste del país; rechazar el avión presidencial y luego rifarlo, sin que nadie lo ganara, para entregarlo luego al Ejército, que se hace cargo de custodiarlo y darle mantenimiento con decenas de millones de pesos que se toman del erario.Y podríamos agotar este texto con muchas otras de las determinaciones presidenciales que han sido respaldadas por su talento, su talante y su peligrosamente acumulada autoridad.Todo ello fue alimento de discusiones, pero siempre persistió, gracias a la habilidad del Presidente, la “reserva moral” que ha convencido a quienes lo aprueban en su gestión, a pesar de los errores en el manejo de la pandemia, a pesar del endeudamiento público creciente… sin endeudarse; a pesar incluso del fracaso económico y el aumento de pobres en cifras de millones; a pesar también, de que no se ha cumplido ninguna de las promesas y las apuestas y los “tengo otros datos”.A pesar de todo ello, el Presidente pudo presumir siempre, sin que ningún concierto de voces lo derrotara en la mañanera, que “no somos iguales”.Pero eso se rompió con estruendo cuando se reveló la vida de su hijo José Ramón López Beltrán, contrario a todo su discurso.Desde ese momento, el Presidente ha enfrentado con todo el peso de la Presidencia, a los periodistas; ha coqueteado con la figura del “dictador bueno”, haciendo alusión a una frase del historiador Bulnes; ha asegurado que hay una “conspiración golpista” de los medios de comunicación y ha revivido a los conservadores, los neoliberales, los enemigos de la transformación y la mafia del poder.El Presidente construyó su laberinto y no previó la salida.Hoy se sabe que sí, efectivamente, él y los suyos son iguales que los anteriores.jonasn80@gmail.com / @JonasJAL