El 13 de octubre de hace casi 40 años -1982- el Comité Noruego del Nobel entregó el Premio Nobel de la Paz a Alfonso García Robles - el único mexicano que lo ha recibido, quien se desempeñaba como funcionario público especializado en relaciones diplomáticas- gracias al Tratado para Proscripción de las Nucleares en América Latina, también conocido como el Tratado de Tlatelolco, que promocionaba la desnuclearización militar en Latinoamérica y que se firmó en medio de la Guerra Fría, en una época de fuerte tensión internacional.Este máximo reconocimiento se instituyó en 1895 como la última voluntad del industrial sueco Alfred Nobel, pero se empezó a entregar hasta el inicio del siglo pasado -1901-. El Premio Nobel -en sus especialidades de Medicina, Física/Química, Literatura y de Paz, se entrega cada año bajo un estricto criterio a personas que hayan realizado investigaciones sobresalientes, inventado técnicas o equipamiento revolucionario o hayan hecho contribuciones notables a la sociedad. Según lo establecio el mismo Alfred Nobel, se le deberá entregar “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz”.Bueno, pues bajo ese principio y con la necesidad que tiene de hacerse notar y no pasar desapercibido allende las fronteras y de que el mundo lo escuche, da la impresión -seguramente lo ha planeado así- que el inquilino de Palacio Nacional ahora se promueve para hacerse acreedor al Nobel de la Paz. La semana pasada, a consecuencia de la visita a Taiwán de Nancy Pelosi, líder de la Cámara Baja de Estados Unidos, que elevó la tensión entre Washington y Beijing, desde el púlpito de la mañanera salió la ‘pacificadora propuesta’ para iniciar una tregua entre las naciones en conflicto para evitar guerras bélicas y comerciales. “Está el mundo para acordar entre todos los pueblos, entre las naciones, una tregua cuando menos cinco años para enfrentar la crisis que afecta a los pueblos, una tregua que cese la guerra, la confrontación, las provocaciones, que las cosas queden como están una vez que se detengan los enfrentamientos, en especial la guerra de Rusia y Ucrania”, dijo López Obrador. Insistió que México está a favor de la búsqueda de acuerdos mediante el diálogo.A López Obrador ya no le basta gobernar (?) al país y dar la pauta a seguir desde la mañanera, ahora desde su tribuna le habla al mundo, hace recomendaciones, expone sus ideas pacificadoras y da a conocer su filosofía política como todo un ‘líder mundial’. Quiere trascender con su ‘guía’ a nivel internacional, cuando a su alrededor -en su terruño- no se atienden las prioridades -como inseguridad y violencia- y por el contrario se le complican. El presidente seguramente piensa que la popularidad de que goza en México -en un sector de la población- le va a servir de plataforma para que lo escuche el mundo.Que no se habrá dado cuenta de que él es el que menos argumentos tiene para hablar de treguas y pacificación, porque sus “abrazos, no balazos” no han conseguido dar tregua a la violencia en que estamos sumergidos y por el contrario, en lugar de paz lo que tenemos es más derrame de sangre y muertes en nuestra sociedad, mientras que lo único que aparenta ser ante el mundo es ser ‘Candil de la calle, oscuridad de su casa’.¿Usted, qué opina? Daniel Rodríguez daniel.rodriguez@dbhub.net