Si música, por definición, es el arte de combinar los sonidos de un modo agradable al oído, valdría decir que casi todo lo que se oye puede ser música: dependerá del receptor. Los cánones estéticos no son ni pueden ser universales; como cuando se trata de olores, sabores o colores, lo que es fascinante para unos, puede ser detestable para otros.El tercer programa de la Segunda Temporada 2019 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) fue confeccionado por su director titular, Jesús Medina Villarreal, a contrapelo de la ortodoxia; incluyó dos obras de compositores mexicanos (Corazón Azul, de Juan Pablo Contreras, y Ríos y Vertientes, de Samuel Zyman), recientemente estrenadas; una más (el Concerto Grosso para Cuarteto de Cuerdas y Orquesta) de Julián Orbón (1925-1991); finalmente, las Danzas del ballet Estancia, de Alberto Ginastera (1916-1983). Ninguna, pues, que pueda considerarse de repertorio.Así, sin ningún “gancho” en el programa, fue notable la respuesta del público: buena entrada (tres cuartos de sala), la noche del jueves en el Teatro Degollado, y aplausos calurosos y aun aclamaciones entusiastas al final de la velada. Indicio de que, aun tratándose de obras punto menos que desconocidas, agradaron a la concurrencia.Corazón Azul, estrenada dos semanas atrás en la misma sala, compuesta para celebrar el XXXV aniversario de una empresa tapatía de tecnología digital, es una partitura programática, de corte experimental, pródiga en sonoridades extremas y disonancias notorias. El Concerto Grosso, de Orbón, es, como consigna el programa de mano, una pieza intensa y vehemente, respetuosa de la estructura tradicional de ese género que data del período barroco, aunque de corte moderno. Una de sus principales dificultades consiste en destacar a los solistas (dos violines, viola y cello) de la masa orquestal. Como encore, el Cuarteto Latinoamericano -Javier Montiel (viola), Álvaro, Saúl y Arón Bitrán (cello, primero y segundo violín, respectivamente)- interpretó el tango Volver, de Gardel y Le Pera.Ríos y Vertientes, incluida asimismo en el programa extraordinario de la semana antepasada, fue compuesta en ocasión del LXXX aniversario de la OFUNAM, y tiene un discurso melódico bien estructurado. Las Danzas de Estancia, de Ginastera, rebosan vitalidad.El programa de la próxima semana (con obras de Von Suppé, Chopin y Schubert), en contraste, es un homenaje a la ortodoxia. El que se reseña, como de costumbre, se repetirá este domingo, en la misma sala, a partir de las 12:30 horas.