En casos como en el que ahora se vive respecto al tema de Las Villa Panamericanas, los funcionarios involucrados deben aspirar, entre otras metas, a mantener unidos y solidarios a todos los actores que participan en la generación de toma de decisiones actuando de manera honesta y valiente, anhelando además conducirse con ética, estimulando la generosidad y el idealismo; así las cosas, la postura de Pablo Lemus, presidente municipal de Zapopan, que hace suya la tarea de ir tras la búsqueda de la frecuentemente elusiva razón, qué vaya que la tiene en el caso de Las Villas Panamericanas. El descalificar a Lemus es explicable cuando quien lo hace no cuenta con información veraz y completa, y por lo tanto su manejo tiene forma somera y superficial, aunque en ocasiones, inexplicables cabe decirlo, cuando intervienen también comunicadores que padecen la rara enfermedad de carecer del uso de la razón. Cuando esto ocurre, no pocas veces hemos sido testigos de cómo se pasa de la superficialidad al tironeo y del tironeo al conflicto.El desarrollo urbano del municipio de Zapopan, sobre todo en los últimos 50 años, es la crónica de una lucha contra las adversidades, adversidades de tipo: económico, técnico, político, social y mil etcéteras más que no es el momento de analizarlas, así sean fácilmente identificadas; al fin y al postre, adversidades. En general, en el ámbito del desarrollo urbano se ha procedido obedeciendo a intereses de todo tipo, pero nunca debemos olvidar que si la crítica se basa en falta de información, en el mejor de los casos, o en malintencionados engaños, en el peor de ellos, las mentiras se convierten en verdades con el consecuente daño para el habitante del municipio.Los medios de comunicación requieren para su buen desempeño libertad de pensamiento y libertad de acción, pensamiento y acción sustentados en la verdad; por lo tanto, construir juicios y emitir sentencias a través de conocimientos ignotos y exiguos se convierte en una temeridad, por decir lo menos, de graves e injustas consecuencias. En momentos en los que a los rangos políticos se les otorga una indiscutible y poderosa influencia, se ha generado un rasgo preocupante, seguramente de nuestro tiempo: la facilidad para desacreditar sin el menor pudor; algo así como una cierta forma de causar daños sin remordimientos a los que no se someten a otras voluntades, así sea ir contra la verdad y la razón. Prácticas sistemáticas y frecuentes con base a descalificaciones sustentadas en medias verdades, afirmaciones ingenuas y estrechas de miras que dejan una secuela de perniciosas dudas y que para colmo son recogidas por la opinión pública como contundentes e infalibles verdades. Tristemente, sorprende aún más el sometimiento al que no le asiste la razón y sí el capricho, desacreditando a quien es portador no solo de la verdad sino de la justicia.Ya no son pocos los funcionarios públicos que se conducen con energía cuando son portadores de la razón, aún más cuando corren el riesgo a las descalificaciones y los reclamos que se manifiestan de una manera brutal.Se torna deseable actuar y tomar posturas basadas y defenderlas apoyado en la ética y la sensatez, sobre todo en asuntos de enorme complejidad, no permitiendo que sean abordados a partir de argumentos endebles que sin miramientos son elevados a posturas de capricho con la categoría de irrefutables. La ejemplar y valiente postura de Pablo Lemus es plausible por donde se le vea, termine como termine este entuerto.