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A 50 años del 68

Por: Jaime Barrera

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Hace cinco años, en el 45 Aniversario de la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, episodio que marcó el principio del fin de la era del PRI como virtual partido único en México, platiqué con Luis González de Alba, uno de los protagonistas del movimiento social que fue reprimido por el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, y quien hace justo dos años, el 2 de octubre de 2016, decidió terminar con su vida.

Hoy que se cumple medio siglo de que los integrantes del Consejo Nacional de Huelga fueron detenidos y encarcelados en la cárcel de Lecumberri, entre ellos Luis, luego de la matanza de estudiantes que se desató por la infiltración en la manifestación del Batallón Olimpia, para disparar a los militares y policías, y justificar así la agresión que dejó a cientos de muertos, heridos y desaparecidos, es buen momento para recordar lo que para González de Alba significó ese movimiento, que más que buscar demandas materiales, decía, luchaba por la conquista de libertades en aquella sociedad profundamente autoritaria.

La tercera alternancia política en México, que ya no le tocará ver a Luis y que se consumará el próximo primero de diciembre que asuma el primer Gobierno de izquierda la Presidencia de la República, con Andrés Manuel López Obrador, es prueba de hasta dónde ha llegado aquella conquista de libertades que iniciaron estos liderazgos en 1968.

Este nuevo momento político, de consolidación democrática en nuestro país, no se puede entender si no se encadena a aquel episodio que tuvo su momento crítico hace 50 años, y a muchos otros que le sucedieron y que fueron erosionando hasta su caída al régimen que se resistía al avance democrático en México.

A 50 años del 68 no podemos dejar de reflexionar sobre el significado y la trascendencia de la lucha de los y las dirigentes del movimiento estudiantil del 68, que recibió el respaldo de una sociedad agraviada por años de abusos e imposiciones, y cuyas causas también enarbolaron los estudiantes.

El 2 de octubre fue el inicio del fin del monopolio del partido único y fue el germen de una mayor organización y participación ciudadana, que siguió creciendo en 1971 con el Halconazo de Luis Echeverría; con la reforma política de 1977 que amplió la participación partidista; con los reclamos por las corrupciones y negligencias que desnudaron los sismos de 1985 y que por desgracia volvieron a aparecer con el segundo 19-S del año pasado; con el despertar de los reclamos de fraude electoral de 1988 y la primera alternancia político-electoral en el año 2000.

Todas estas escalas históricas son legado del movimiento estudiantil del 68, incluido el “Síndrome de Tlatelolco” que, decía Luis, paraliza a las autoridades al permitir abusos que violan el derecho de terceros en manifestaciones y movimientos que manipulan los que soterradamente sólo buscan mantener privilegios de poder.

jbarrera4r@gmail.com

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