Los pasados días 19 y 20 de marzo se cumplieron 20 años de la invasión de Irak por una coalición de países encabezados por Estados Unidos, a pesar de una ola de movilizaciones mundiales que exigían detener la incursión militar. El pretexto para invadir ese país árabe es que el dictador iraquí, Saddam Hussein, había apoyado a la célula terrorista de Al Qaeda que había atacado las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 y que estaba desarrollando un programa de construcción de armas de destrucción masiva que podría usarse contra Estados Unidos y países aliados. Ni una cosa ni otra eran ciertas: ni Saddam apoyó a Al Qaeda, ni desarrollaba armas de destrucción masiva, a pesar de que tanto el presidente George Bush, su secretario de Estado Colin Powell, y su asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice, lo repitieron decenas de veces en los meses previos a la invasión.Incluso Colin Powell presentó a principios de enero de 2003 supuestas evidencias del programa armamentístico de Irak ante el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas basado en presuntos informes de inteligencia. El mismo Powell admitió que esas evidencias estaban sustentadas en mentiras, como una supuesta versión de Saddam Hussein pretendía comprar grandes cantidades de uranio en Níger, e incluso dijo que ese informe ante la ONU fue una mancha en su carrera, según refirió en un articulo reciente Amy Goodman de Democracy Now¡ (https://bit.ly/3Zw7AnY9). A 20 años de esta atroz invasión, hay que subrayar que fue una guerra ilegal, pues la ONU jamás avaló legalmente la incursión, por lo que fue una decisión sin fundamento legal tomada por el Gobierno de Estados Unidos y sus aliados incondicionales en ese momento, los gobiernos de Tony Blair en Gran Bretaña y José María Aznar en España, a los que se añadieron después otras naciones afines a los intereses estadounidenses. El saldo de la invasión a Irak fue desastroso y extremadamente costoso, especialmente para la población iraquí. El proyecto Costo de la Guerra de la Universidad Brown estima que podrían haber fallecido cerca de 580 mil personas directamente por efectos de la invasión y hasta tres o cuatro tantos más por causas indirectas. Además de los fallecidos directamente por los combates militares, miles más murieron por la tortura, la represión o la desaparición cometidas por las mismas fuerzas de ocupación o por las fuerzas armadas del Gobierno títere que instaló el Gobierno de ocupación. El recuerdo atroz de esa política represiva fueron las imágenes de prisioneros torturados y vejados por soldados estadounidenses en la cárcel de Abu Ghraib, según reveló el respetado periodista Seymour Hersh. Pero el costo también lo pagó la sociedad estadounidense, con las vidas y heridas de miles de sus soldados y miles más que resultaron con daños a su salud mental. Financieramente la invasión de Irak costó casi tres billones de dólares a la población de Estados Unidos. El objetivo declarado del presidente Bush era eliminar el Gobierno de Hussein y eliminar cualquier vestigio del régimen del partido Baaz. También se proponía poner a un Gobierno afín a los intereses estadounidenses y eliminar o disminuir las amenazas terroristas en Medio Oriente y su propio territorio. Pero eso no ocurrió. Pero detrás de los propósitos declarados, lo cierto es que la invasión a Irak dejó una estela de ganadores, en primera, las empresas de armamentos, las empresas privadas a quienes se asignaron los contratos de construcción de la nación devastada por la invasión, las empresas de seguridad y las petroleras occidentales, que desplazaron a las petroleras chinas, rusas y francesas. En cierto sentido, la invasión a Irak fue una guerra por el petróleo y le permitió a Estados Unidos alargar su hegemonía entre las naciones de Europa y Japón al controlar el petróleo de esa nación. A 20 años de la invasión, todavía el Gobierno estadounidense mantiene el control sobre las finanzas del petróleo iraquí, según reveló recientemente el periodista francés Jean-Pierre Sereni.A 20 años de la invasión, el mundo no es más seguro, ni hay menos amenazas terroristas, pero los efectos de la guerra los siguen padeciendo la población iraquí que cambió un régimen dictatorial por un oligopolio de partidos, y una clase política corrupta y criminal. Ahora que se critica, con razón, la invasión de Rusia a Ucrania y que se piden sanciones internacionales contra Vladimir Putin, convendría recordar la cínica postura de Estados Unidos tras haber invadido Irak y varias naciones más por la mera protección de sus intereses. Hay que condenar todas las invasiones, vengan de donde vengan. rubenmartinmartin@gmail.com