Guadalajara es una ciudad particular. Lo digo -en esta ocasión- precisamente por los modos y costumbres que tenemos los tapatíos al conducir un auto. No se nos da mucho ni dejar pasar al peatón ni respetar a la autoridad ni darle el paso a otro auto, mucho menos a un camión de transporte público o escolar. De lunes a sábado transitamos calles y avenidas, haciéndonos la vida de cuadritos. Ni hablar de las dobles filas afuera de las escuelas, los fieles que pareciera que entran a las iglesias a ser perdonados por haberse estacionado en medio de dos espacios, los paros y marchas de los que ocupan las calles para ser escuchados, o los cientos de motociclistas que conducen sin casco y pasándose altos como si fuera concurso. Total, el descanso de todo este trajín que se repite y empeora semana a semana llega el domingo.Quizá el programa social más exitoso y acogido por nosotros los tapatíos sea el de la Vía Recreactiva. Este 12 de septiembre se cumplen veinte años desde que los ciudadanos de a pie, y de a bicicleta, recorremos decenas de kilómetros olvidando por algunas horas diferencias sociales, políticas, económicas y culturales. En una zona metropolitana como Guadalajara, es un fenómeno bellísimo en sí mismo. En aquella primera jornada del 2004, se registraron 32 mil visitantes; hoy en día más de 100 mil personas recorren y ocupan, cada domingo, el espacio público con cordialidad y orden. Debo decir y confesarme que -no siendo oposición-, siempre dudé que fuese a funcionar. Cuando escuchaba a los primeros y principales gestores de la vía (Pepe Palacios, Lucy Barriga y Tomás López, entre otros), me parecía que los transeúntes tomaríamos las calles solo como diversión y no como un camino posible de transporte alternativo. A veinte años, me he tragado mis palabras y pensamientos con muchísimo gusto porque el proyecto de movilidad sustentable ha ido poco a poco cuajando en las costumbres de muchos de nosotros. Si bien falta muchísimo por hacer, podemos voltear hacia atrás y sentirnos muy orgullosos de lo que la vía sembró para dar vida en ciertos programas y políticas públicas, a nuestros sistemas de bicicleta, sus mejorables ciclovías, el sistema macro y tren que -bien a bien- funcionan.En la Vía Recreactiva he visto de todo: parejas enamoradas, niños aprendiendo a andar en patines, payasos (de todo tipo), caravanas de amigos y amigas, gente haciendo su agosto montando vendimia de cuanta cosa, bazares alrededor de las principales vías, en fin, de todo en verdad. Que la vía siga, que haya más gente que amorosamente le deje cosas a la ciudad, que la ciudad se vuelva de todos y reine la civilidad, no nada más en domingo.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina