Martes, 26 de Noviembre 2024

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* Turbiedades

Por: Jaime García Elías

* Turbiedades

* Turbiedades

En el futbol cabe todo: heroicidades y bajezas, pulcritud y corrupción, probidad y turbiedades…

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La destitución, hace dos semanas, de Gustavo Matosas como técnico del San Luis, ocasionó que el ambiente se contaminara con un tufo a azufre; como si el diablo hubiera pasado por ahí. Aunque los resultados -negativos- fueron determinantes para su destitución, seguramente en el ánimo de los dirigentes pesó, tanto o más que aquéllos, el descrédito de que se asociara al entrenador con maniobras sucias como una muy socorrida en el medio, aunque casi nunca ventilada abiertamente: la de asociarse con algún promotor para lucrar en la contratación de uno o varios jugadores.

Ni Matosas cumplió -hasta ahora, al menos- la promesa de hablar del asunto una vez que se asesorara con sus abogados, ni nadie, de manera oficiosa, se ocupó de dar seguimiento al tema. Un tema del que ahora aparecen algunas variantes: entrenadores que supuestamente cobran una cuota a los jugadores por incluirlos en las alineaciones, y marginan de manera sistemática a quienes se niegan a entrar en ese juego.

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Como en el caso del Veracruz, que recientemente hizo crisis, en que vino a saberse que los jugadores, en su gran mayoría, tenían dobles contratos -modalidad muy frecuente en el medio… aunque del asunto casi siempre se habla “sotto voce”-, mientras los dirigentes cumplan con su palabra y entreguen por debajo de la mesa -defraudando al fisco, de paso- el dinero que prometen a jugadores y entrenador, por supuesto que no hay denuncias por parte de éstos últimos. Mal podría haberlas, si es un juego en que todos ganan… y todos son cómplices.

Enrique Bonilla, presidente de la Liga MX, lo dejó muy bien sentado a raíz del “Caso Veracruz”: la Federación Mexicana de Futbol -y el fisco, por lo consiguiente- puede intervenir… si hay denuncias. Si éstas no pasan de ser ocasionales declaraciones de las que más tarde sus autores se desdicen -por temor a represalias, supuestamente-, es prácticamente imposible desenmascarar -y sancionar, si procede- a quienes mantienen vigente un esquema de corrupción que da pie a sospechar que las turbiedades en el medio pueden llegar aún más lejos, hasta hacer del mundillo del futbol -en el que debería tener vigencia, a plenitud, el concepto del “fair play” (juego limpio, en la cancha… y en la mesa)-, un entorno putrefacto y sórdido.

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