Por supuesto, las legiones de simpatizantes del Guadalajara están en todo su derecho de celebrar la conquista de la “Concachampions” que dio a su equipo bienamado el boleto para el Mundial de Clubes de diciembre próximo en Abu Dhabi…Sin embargo, los dirigentes de las “Chivas”, más que el derecho de dejarse llevar por la euforia y sumarse a los festejos, tienen la obligación de mantener la ecuanimidad, de hacer una valoración objetiva, de ponderar tanto lo que se hizo en ese certamen como lo que se dejó de hacer en la Liga… y tomar medidas de cara a lo que viene.*“Lo que viene” comprende dos aspectos: primero, hacer un diagnóstico de los errores de planeación que seguramente se cometieron y se reflejaron en el desastroso desempeño del equipo en los dos torneos domésticos más recientes; y después, disponer las cosas para que la participación del “Rebaño” en el Mundial de Clubes sea decorosa, aun a sabiendas de que el esquema de ese certamen complica el camino a los representantes de las confederaciones tercermundistas —llamémoslas así a beneficio de inventario— y lo allana a europeos y centroamericanos que no en balde acaparan los títulos de las 14 ediciones disputadas hasta ahora.*Los aficionados pueden quedarse, si les place, con la convicción de que el éxito en la “Concachampions”, aun sin borrarlo, compensa el fiasco que han sido los torneos de Apertura y Clausura posteriores a la conquista, hace un año, de la Liga. Los dirigentes, en cambio, tienen el deber de poner las cosas en la balanza, y aceptar que hacer el papel de “Candil de la calle y oscuridad de la casa” es hacer las cosas a medias.Lo más fácil es refugiarse en las comparaciones y pretender que el Guadalajara está siguiendo el ejemplo del Real Madrid, descartado en la Liga española, en la que fungió como campeón defensor, pero no tiene ninguna esperanza de revalidar su título, y sobreviviente en la fase de Semifinales de la Champions League.*Cuando participa en dos (o más) torneos de manera simultánea, un equipo grande no puede optar comodinamente por uno y desentenderse irresponsablemente del otro, ni ampararse en el éxito de uno para eximirse del fracaso del otro. Un equipo grande debe celebrar sus triunfos, desde luego… pero también llamar por su nombre a los fracasos, y sacar enseñanzas de ellos.