Jaroslav Seifert, poeta y periodista checo, escribió que “Recordar es la única manera de detener el tiempo”.La frase viene al caso por los comentarios que se han hecho con respecto al año que ya se cumplió desde la última vez que Oribe Peralta festejó un gol y propició las correspondientes celebraciones de los seguidores del América -su equipo de entonces-…, y, porque una cosa lleva a la otra, con respecto al desencanto de los dirigentes y simpatizantes del Guadalajara que celebraron su contratación como si su presencia en las alineaciones fuera a ser un cheque al portador que se tradujera en victorias, títulos y cuantas alegrías quieran imaginarse.Peralta, a sus 35 años -cumplidos en enero pasado- es, en toda la extensión del vocablo, un jugador veterano. Ha habido muchos futbolistas que, a esa edad, si han sido disciplinados y las lesiones graves los han respetado, conservan buena parte de sus facultades. Porteros -principalmente-, zagueros y volantes, por ejemplo, ha habido muchos que rebasan, incluso, la frontera de los 40 años... y, como Johnny Walker, “siguen tan campantes”. (En México, el “Conejo” Pérez -recientemente retirado- sería el botón de muestra más ilustrativo).Cuando se trata de delanteros, y especialmente de los que han sido sobresalientes como goleadores, pocos pasan de los 30 años sin acusar las primeras señales de su declive. Y cuando a un delantero se le acaban los goles, como a un tenor cuando se le acaban los Do de pecho, empieza a morir.Oribe tomó la decisión de salir del América, porque su entrenador -Miguel Herrera- y sus dirigentes se la cantaron claro: difícilmente alinearía con regularidad; otros jugadores (Roger Martínez, Henry Martin, Nico Castillo…) tendrían prioridad. Y tomó la decisión de aceptar la propuesta del Guadalajara, confiado en que sus aportaciones, tanto en el vestidor como en la cancha, serían significativas; y aunque lo primero es probable, lo cierto es que, en el balance, su contratación no ha pesado; no se ha traducido en que las “Chivas” salgan del pantano en que están atrapadas desde hace cuatro temporadas y recuperen el protagonismo de sus mejores tiempos.“Querer es poder”, dicen por ahí. Sin embargo, historias como las de Oribe, Borgetti y Bravo en el mismo Guadalajara, o las de Cardozo, Vuoso, Marioni, Hugo Sánchez y mil etcéteras más, demuestran que, aunque duela admitirlo, “el tiempo no perdona”.