Es probable que la resolución de la Suprema Corte de Justicia con respecto al litigio planteado por los socios del antiguo Club Guadalajara, inconformes por la transformación de la otrora A. C. (Asociacion Civil) en S. A. (Sociedad Anónima) y la venta de las acciones de la mayoría de sus consocios a Jorge Vergara, hace casi 17 años, equivalga al consabido “palo dado” que, como nadie ignora, ni Dios quita.Aunque los abogados del grupo que planteó el conflicto jurídico y lo llevó hasta la instancia suprema que prevé la legislación mexicana -la Suprema Corte, precisamente- dijo reservarse el derecho de acudir a instancias internacionales -sin puntualizar cuáles podrían ser- para mantener vivo el conflicto, es de suponerse que difícilmente conseguirán sus propósitos. Tanto la transformación de la A. C. en S. A. como la compra-venta de las acciones son, por donde quieran verse, hechos consumados. Prueba inequívoca de ello, que de las instalaciones del club en que germinó y dio frutos copiosos la semilla del “Campeonísimo”, no queda ni huella.La invitación de Amaury Vergara a que el grupo demandante “deje de lado las diferencias” y se sume a la causa, suena muy bien… pero difícilmente encontrará eco entre los disidentes. Éstos -en todo su derecho, por lo demás: para eso viven en un país de leyes- pretendían que se desconociera la legitimidad de la asamblea en que se tomaron las decisiones que dieron un viraje de 180 grados en la historia del club y del equipo más popular de México, y se invalidaran todos sus efectos. Planeaban, en caso de que las resoluciones judiciales los hubieran favorecido, retomar lo desandado en los últimos 17 años -regresar al Estadio Jalisco, entre otras cosas-, por considerar que tienen las ideas y los recursos necesarios para ello.Si la intervención de Salvador Martínez Garza, al alquilar la franquicia de las “Chivas” para manejarla durante 10 años (de 1993 a 2002) se entendió como una medida razonable, justificada por razones financieras, y no generó mayores discrepancias entre sus seguidores, la adquisición de las acciones por parte de Jorge Vergara, el incumplimiento de muchos ambiciosos proyectos, ruidosamente publicitados en su momento, y, sobre todo, el estilo personal de los nuevos dirigentes, sí ha provocado inconformidades, protestas, diferencias (al parecer) irreconciliables, y deserciones entre sus simpatizantes.Y en eso va, hasta el momento, la película…