Los llamaban “nazarenos”, porque su papel en la cancha evocaba al de los penitentes que, vestidos con túnica morada, participaban en las procesiones de Semana Santa con la devota intención de que se les remitieran los pecados. Se decía de ellos que eran “los judas oficiales del futbol” porque, pasara lo que pasara, siempre quedaban exhibidos: o como ineptos (malo)… o como “rateros” (peor). Armando Nogueira, periodista brasileño, los llamó “buenos ladrones crucificados en medio de dos cristos”; buenos, porque se presuponía la rectitud de intención en todas sus decisiones; y “en medio de dos cristos”, porque, al final del cuento, aficionados, dirigentes, técnicos y jugadores levantaban la mano para proclamarse víctimas indefensas de sus supuestas tropelías.El caso es que, sin dejar de desempeñar ese papel —propio de masoquistas, impensable en personas normales— los árbitros de futbol ahora comparten ese desangelado rol… con el VAR.*Arturo Brizio, ayer, en su calidad de presidente de la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Futbol, compareció ante la prensa. Lo hizo para salir al paso de comentarios que eventualmente desorientan a los aficionados… Y —lo más grave— que faltan a la verdad, en menoscabo de la premisa de que el deporte, para merecer, conservar y aun acrecentar el prestigio social que tiene, debe manejarse con apego a las normas éticas más estrictas.Ahí están los hechos: analizado a partir de criterios técnicos objetivos, el VAR ha contribuido, en efecto, a reducir significativamente el margen de error arbitral en los partidos. Ha dejado dudas, ciertamente, como la del supuesto gol del Puebla ante el América, invalidado porque las tomas disponibles no permiten asegurar, con toda certeza, que el balón entró, y en ese caso aplica el criterio de que, justamente por la trascendencia que puede tener en el resultado de un partido, “en caso de duda, no se conceda el gol”.*Se aclaró, con ejemplos, que es insostenible la aseveración de que “el VAR toma decisiones” o que “está por encima de la autoridad del árbitro” porque, en todo caso, una vez que éste acata la recomendación de revisar una jugada potencialmente polémica, es él quien dice la última palabra y quien al final de la película, asume las consecuencias ante sus superiores… para que siga vigente el principio de que “lo que atáreis sobre la cancha, atado quedará en el Cielo”, etc.