Es muy común que a los futbolistas se les tilde, con intención a todas luces ofensiva (o envidiosa, según se mire…) de “mercenarios”.El epíteto sugiere algo indigno y vergonzoso, aunque alude –diccionario en mano— a los soldados que sirven sólo por dinero: un oficio tan antiguo como la propensión del ser humano a resolver sus diferencias o satisfacer sus ambiciones mediante la violencia; una profesión que ha tenido entre sus mejores representantes a personajes como el Cid Campeador (personaje central, por cierto, de una estupenda novela de Arturo Pérez Reverte: “Sidi”).*El tema viene a cuento por las interpretaciones que se han dado en los últimos días a la posibilidad de que Javier “Chicharito” Hernández decida poner término a la faceta europea de su carrera como futbolista, y acepte la propuesta del Galaxy de Los Ángeles para sumarse a su plantilla.Especialmente quienes quisieran verlo de regreso en el Guadalajara en que inició su carrera, señalan, en tono de reproche, que Javier está en vías de optar por el Galaxy… “por el billete”.Es muy probable que muchos de quienes lo critican por esa decisión, más de alguna vez, en su vida profesional —y aquí se habla tanto de jugadores de futbol como de choferes de autobús o vendedores de tacos (oficios, todos ellos, muy dignos, por lo demás)—, hayan tomado alguna decisión similar (cambiar de trabajo) en busca de una mejor remuneración.*Por más que se insista en que el futbol es una industria y el futbolista un profesional; por más que se comprenda que la carrera de un jugador es breve y que es perfectamente legítimo el afán por conseguir en ella el mayor beneficio económico posible, es frecuente que los aficionados, y sobre todo los que tienen predilección por tal o cual equipo —casi todos, pues—, querrían que ciertos jugadores tuvieran, en beneficio del equipo de sus amores —el de los aficionados— un gesto de generosidad y desprendimiento que difícilmente tendrían ellos mismos en circunstancias similares.En el futbolista profesional, como en casi todos los oficios, el cacareado “amor a la camiseta” no necesariamente aplica “a la antigüita”. El amor a la camiseta implica la entrega plena al club que le paga… sin perjuicio de que la vida y la carrera lo conviertan mañana en adversario del equipo con cuya causa hoy por hoy está comprometido.