Sábado, 23 de Noviembre 2024

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* Ley… y trampa

Por: Jaime García Elías

* Ley… y trampa

* Ley… y trampa

“Hecha la ley, hecha la trampa”, dicen por ahí...

El incidente —llamémoslo así a beneficio de inventario— en que se vio involucrado la otra noche Alan Pulido, alcanzó dimensiones extraordinarias precisamente porque el protagonista es un jugador estelar del equipo más popular de México. Si hubiera sido Juan de la Cotona, digamos por ejemplo, quizá el vecindario —los medios de comunicación, las redes sociales, etc.— habrían hablado más de la marca y el costo del automóvil que a raíz del percance quedó convertido en chatarra, que de la identidad de sus tripulantes.

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Se discutía si las circunstancias que envolvieron el accidente ameritaban una sanción al jugador por parte del Club Guadalajara o si se justificaban los afanes de sus representantes por minimizar los hechos o por modificar las versiones supuestamente difundidas por testigos del mismo…

Una vez que el suceso dio pie a que se difundiera el Reglamento Interno del club, y en particular al apartado (Artículo 11) en que se obliga a los jugadores a “llevar un régimen ordenado de vida, tanto en lo privado como en lo profesional (…) para salvaguardar su imagen y la del Club”, y que les queda prohibido “frecuentar centros nocturnos, bares, cantinas y fiestas”, se diría que el club carece de mecanismos para cerciorarse de que los jugadores, en su vida privada, acaten cabalmente esos preceptos.

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Lo más grave consiste en que el afán de “salvaguardar la imagen” del Club y del propio jugador —las apariencias, pues— puede conducir, como se apuntó al principio, no precisamente a acatar la norma, enfrentando los hechos con veracidad estricta –actuando, en el caso, de conformidad con los dictámenes oficiales que en su momento emitan las autoridades civiles— y aplicando las sanciones que vengan al caso con apego al citado Reglamento, sino a buscar la trampa.

Se dirá que, después de todo, la tendencia a burlar la aplicación estricta de la ley o a buscar la manera de aplicarla de manera sesgada, parcial o chapucera, a nuestra conveniencia, forma parte de la naturaleza humana, y que los “clubes” de futbol tienden más a apapachar excesivamente a los jugadores que a exigirles ese comportamiento ejemplar que se pregona…

Sin embargo, una cosa es que se explique la tendencia a aplicar  el criterio de que “trampeando y mintiendo, vamos viviendo; mintiendo y trampeando, vamos pasando”… y otra muy diferente que se justifique.

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