Fieles al que ha sido su espejo durante toda la campaña, Guadalajara y Atlas -por orden de aparición, como en el teatro- volvieron a dar señales de que atraviesan por Años de Vacas Flacas… y volvieron a decepcionar a sus incondicionales.*Las “Chivas”, en los primeros 10 minutos de su partido del viernes en Puebla, por obra y gracia de los dos goles de ventaja que tomaron, reanimaron la llamita de la esperanza de que se diera la primera parte del milagro que les permitiera darse de alta en el verdadero campeonato. Era ganar ese partido, repetir el sábado ante el León, cerrar en casa ante los “Tigres” -en un encuentro que seguramente habría hecho recordar la coronación en el Torneo de Clausura 2017-… Y después, esperar que los otros equipos que también quieren boleto para la “Liguilla” les hicieran el caldo gordo, acomodando sus resultados a la conveniencia de los rayados y al gusto de sus simpatizantes.La reacción de los “Camoteros”, la incapacidad de los rojiblancos para ampliar la ventaja o al menos manejarla, y la tarjeta roja para Alan Pulido que dejó a su equipo en inferioridad numérica los últimos 25 minutos, se conjugaron para que se consumara el contraste entre el arranque promisorio y el cierre deplorable de la historia.*El Atlas, ayer, tendría elementos para aferrarse a una pifia del silbante Francisco Chacón como pretexto del triste e insípido par de roscas con que resolvió su entrevista con el León, si no fuera porque exhibió, aunque parezca increíble, una inoperancia mayor a la de aquellas jornadas iniciales del campeonato en que el gol se le negaba sistemáticamente.El error de Chacón -ya lo pagará, muy probablemente, con uno o varios partidos en la congeladora- consistió en no acatar la sugerencia del VAR, de revisar el lance por el que expulsó a Calderón, a los 66 minutos de partido.Al margen de ese detalle, que eventualmente influyó en el trámite del juego, aunque no en el resultado, los rojinegros, anoche, fueron más inofensivos que los pensamientos de una monja de clausura, e incapaces, por tanto, de generar un solo sobresalto serio al marco leonés en todo el partido.Para su consuelo, el León cojeó de la misma pata, por lo que el de anoche fue un partido sin goles, sin historia… y más insípido que una jícama sin sal.