Para algunos observadores, fue una decisión, además de sorpresiva, anticlimática:-Dejar correr la versión de que iban por (Julen) Lopetegui, para salir con que contratan a Tomás Boy, es como anunciar que se busca un Mercedes del año… y terminar comprando un carro del montón en un lote de autos usados- fue una de las varias reacciones que generó la noticia.-Descalificar a Boy de antemano -fue otra-, es necio: tan necio como dar por descontado que su contratación fue un acierto.Boy, objetivamente, por sus números, está en el rango de técnicos mexicanos como Daniel Guzmán, Eduardo de la Torre, Efraín Flores, Raúl Arias, Nacho Ambriz, Benjamín Galindo, Fernando Quirarte, Juan Carlos Ortega y José Luis Real, por anotar los primeros que saltan a la memoria, de la extensa lista de entrenadores -muy respetables todos, dicho sea de paso- a los que quedó grande la empresa de poner al Guadalajara a la altura de su historial, de las exigencias de sus simpatizantes y de las pretensiones de sus dirigentes.Les quedó grande la empresa, también eso hay que decirlo, no precisamente porque fueran incompetentes, sino porque las “Chivas”, primero, cargan sobre sus espaldas una lápida cuyo peso histórico y social excede las fuerzas de la mayoría de los valientes que aceptan el reto de echársela a cuestas; y segundo, porque la calidad de la materia prima -los jugadores- con demasiada frecuencia ha estado por debajo del incienso que se le tributa y de los halagos que se le prodigan.En su ya larga trayectoria como técnico, Boy ha dirigido a varios equipos con problemas de porcentaje. Fueron los casos de Atlas, Veracruz, Puebla y Morelia. Tuvo, en todos ellos, el tiempo a su favor: lo mismo que en el Guadalajara… si el propósito es eludir la amenaza -una realidad en este momento- del descenso al final de la próxima temporada.Difundir, en cambio -como hizo algún dirigente del club al anunciar la noticia- que Tomás asumió el compromiso de clasificar para la “Liguilla”, cuando tanto la moral como el nivel futbolístico del Guadalajara están para llorar, y para pensar en serio en la clasificación habría que ganar cuando menos diez de los doce puntos pendientes (tres victorias y un empate) en la fase clasificatoria, y aun así quién sabe, peca, para decirlo amablemente, más que de optimista, de ingenuo… o de ilusorio.