Habrá quien encuentre alguna analogía entre la historia de Memo Ochoa y la parábola evangélica de El Hijo Pródigo: el caso del hijo que sale a correr mundo, y al volver a casa, quizá con más pena que gloria, y ser recibido amorosamente por el padre, provoca la envidia de su propio hermano.Por supuesto, la analogía no es exacta. Aunque en ocho años de trayectoria en clubes europeos (Ajaccio de Francia, Málaga y Granada de España y Standard Lieja de Bélgica) no consiguió los títulos que le auguraban sus panegiristas y en los que él mismo seguramente soñaba, tampoco puede decirse que fracasó. Si en Francia y España llegó a ser el portero más goleado de las ligas y probó con sus equipos las amarguras del descenso, es de justicia señalar que, aún así, Memo cosechó, en general, muchos más elogios que censuras por su desempeño individual, y que los equipos en que militó eran modestos -por decirlo amablemente- en sus respectivos circuitos.Ochoa mantuvo en aquellas latitudes el cartel de buen portero… aunque no labró el de hacedor de milagros. Prueba inequívoca de que mantuvo, en lo individual, un nivel superior al que sus equipos conseguían en lo colectivo, fue el hecho de que siguió siendo llamado a la Selección Nacional, y que en los mundiales de Brasil-2014 y Rusia-2018 fue titular y aun alcanzó calificaciones sobresalientes. (Algunas crónicas del 0-0 en la fase de grupos del Mundial de 2014, sintetizaron así la historia: “Brasil se estrella con Ochoa”).Al cabo de la más reciente temporada en Bélgica, mientras él participaba con la Selección Mexicana en la conquista de la Copa Oro, circularon versiones de que Memo estaba en la mira de algunos equipos italianos de primer nivel. Sería, supuestamente, su oportunidad de probar que no sólo era legítimo su anhelo de jugar en Europa, como lo hizo varios años, sino también el de triunfar en toda la línea -como Hugo Sánchez o Rafael Márquez, para consignar las referencias obligadas-, disputando títulos en las ligas más renombradas de aquellas latitudes.La reciente transferencia de Marchesín al Porto dejó en el América la plaza vacante que ahora parece estar en vías de cubrirse con Ochoa, a quien, de confirmarse la especie, se presenta la oportunidad de ser lo que -según el adagio- casi nadie consigue: ser profeta… en su tierra.