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* Hazaña... y vergüenza

* Hazaña... y vergüenza
Desde la perspectiva de los “Pumas”, una hazaña; desde la del Cruz Azul, una vergüenza…
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Por si alguna duda quedara de que el desenlace de una batalla futbolística tiene dos caras, la comedia y la tragedia, ahí está el 4-0 de anoche en la cancha de la Ciudad Universitaria…
Una proeza sin precedentes por parte de los locales. Se les daba por muertos y enterrados a raíz de la derrota, por el mismo ominoso marcador, el jueves en el Azteca. Las estadísticas los condenaban.
Por parte de los “Cementeros”, la más escandalosa “cruzazuleada” de que se tenga memoria. Un compromiso que parecía de trámite, en el que resplandeció la impotencia de “La Máquina”, si no para evitar la reacción de los universitarios, sí, al menos, para conseguir el gol que hubiera hecho prácticamente imposible la proeza, habida cuenta de que una sola anotación del Cruz Azul condenaba al rival a ganar por cinco goles de diferencia.
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No hubo público en las tribunas. Sin embargo, cualquiera puede imaginarse la euforia de los seguidores de los “Pumas”, donde quiera que se encontraran. Por contrapartida, nadie, en ese momento, querría estar en el pellejo de los “Cementeros”, considerando que difícilmente encontrarán los amantes de la estadística, los juglares del deporte o los simples aficionados, un episodio más ominoso, una pesadilla más atroz, un fracaso más escandaloso -a despecho del esfuerzo de los jugadores- en la historia del futbol mexicano.
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La víspera, en León, la empresa del Guadalajara se antojaba complicada.. pero factible. El sistema de competencia les ofrecía una posibilidad muy estimable: anotar dos goles, en calidad de visitantes -aun considerando la anotación con que los “Panzas Verdes” movieron el marcador en los primeros minutos del partido- obligaba al adversario a anotar tres.
Los rayados pusieron de corazón lo que faltó de cerebro. Lo primero es encomiable, desde luego… pero no fue suficiente. Sin ideas futbolísticas que les despejaran el camino, en el balance de su desempeño, a despecho de los afanes de su técnico por cambiarle el rostro al equipo moviendo sus piezas, quedaron dos tristes intentonas en toda la noche: un disparo de Antuna, con poco ángulo, que rebotó en el poste izquierdo, y uno más, desde fuera del área, de Ponce, al que faltaron cinco centavos de puntería para clavarse en el ángulo.
En efecto: “Muy pocos besos para un enamorado…”.
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