Es poco probable que en el Primer Mundo del futbol se hayan dedicado espacios, más allá de menciones escuetas, a la conquista de la Copa Oro por parte de la Selección Mexicana. La competencia -por la coincidencia de fechas- con la final de la Copa América, en que participaba lo más granado del continente, y aun con la del Mundial Femenil, convertido en “boom” por los medios de comunicación, era desigual.La presencia de México y Estados Unidos en el duelo decisivo, era previsible. El “Tri” ha sido, históricamente, el Rey Tuerto en la Tierra de Ciegos de la Concacaf. Los norteamericanos, aun con altibajos, han tenido un crecimiento cualitativo desde que se propusieron darse de alta en el mapamundi del esférico.La coronación de los mexicanos, sin ser espectacular, fue meritoria. De la legitimidad de su victoria en la batalla decisiva, no quedó la menor duda. Si los norteamericanos fueron incapaces de honrar su condición de favoritos, por ser locales -aunque la presencia de mexicanos en las gradas, en todos los partidos, fuera significativa- y porque unas horas antes habían revalidado su hegemonía aplastante en la rama femenil, es su problema…Por otra parte, si hubo aficionados, al menos en la Ciudad de México, que creyeron tener motivos para realizar manifestaciones festivas, también ellos están en todo su derecho de sacar del armario banderas y matracas. ¡Son tan pocas las ocasiones que tienen para hacerlo…!Convendrá, sin embargo, poner los puntos sobre las correspondientes íes: elogiar la ecuanimidad del actual técnico nacional -Gerardo Martino- para enfrentar y aun ver el lado positivo a las ausencias de media docena de jugadores que en condiciones normales habrían sido titulares y por lesiones o motivos personales pidieron que por esta no se les convocara; encomiar el pundonor y el profesionalismo de quienes fueron llamados a cubrir las bajas… aunque quede la sensación de que las de Herrera y Lozano, cuando menos, fueron ausencias significativas.Admitir que el desenlace de la aventura, como ya se señaló, era previsible, e interpretar la conquista de la Copa Oro apenas como el primer capítulo de una larga historia que culminará en el Mundial de Qatar-2022, aún no es motivo para echar a vuelo las campanas… ni para proclamar que las armas nacionales -“futbolísticamente hablando”, diría Carlos Miloc- se han cubierto de gloria.Calma… y a lo mejor nos amanecemos.