Que México llegue a la Copa Oro en calidad de favorito, ornamentado con la etiqueta de “el enemigo a vencer”, es un honor que implica una responsabilidad, ciertamente…, pero también un riesgo.Pero, como dicen que dijo Jack el Descuartizador, “Vámonos por partes…”.*Se trata de un honor. Si hubo tiempos en que a México se le calificó como “el Gigante de la Concacaf”, porque en su zona geográfica el futbol tuvo un mejor desarrollo que en el resto de los países del área, también hubo tiempos en que -valga la metáfora- los enanos empezaron a crecer.A partir del Mundial de Alemania 74, México comenzó a tener complicaciones que, en los anteriores, ni en sus peores pesadillas… Mientras Costa Rica, que solía ser su rival más serio, se estancaba, Honduras surgía como el antagonista por excelencia.Estados Unidos, en tanto, daba los primeros pasos en firme, en el afán de extender al ámbito futbolístico su calidad de “Coloso del Norte”, en la década de los setenta, cuando incorporó a figuras como Pelé, Beckenbauer, Carlos Alberto, Chinaglia, Romerito y compañía a sus equipos. La semilla germinó, y aunque sus participaciones en Copas del Mundo han sido desiguales -de cal y de arena-, lo medular es que el “soccer” ya adquirió carta de ciudadanía en ese país.*Que a México se le siga viendo -o se le vuelva a ver- como el enemigo a vencer, significa que, contra lo que sostienen algunas malévolas hipótesis, también su futbol ha crecido… no obstante que la producción de materia prima se ha reducido en el aspecto cuantitativo, a consecuencia de la incorporación masiva de jugadores extranjeros en los equipos mexicanos.Señal, quizá, de que, al fin del cuento, “más tiene el rico cuando empobrece, que el pobre cuando enriquece”. *Entrar a la Copa Oro con los momios a favor implica el riesgo de reducir notoriamente el margen de error para el grupo que tiene actualmente a Gerardo Martino por capitán: ya se habla de que no ganar la competencia tendría que interpretarse como un fracaso para los tricolores…Se trata de una aseveración insostenible a priori, toda vez que la evaluación definitiva dependerá de las circunstancias en que se desarrolle la competencia. Suele decirse que el futbol es un deporte pletórico de imponderables, por lo que será mejor asumir el rol de historiadores que de profetas.