¡Por esta vez, Dios fue mexicano…!No faltarán quienes tuerzan el gesto, y sostengan que si México ya es finalista de la Copa Oro, ha sido más por suerte que por capacidad futbolística. Tampoco faltarán quienes atribuyan el hecho a un milagro, considerando las circunstancias que se conjuntaron para que finalmente se consiguiera la victoria sobre Haití en forma dramática y angustiosa, a semejanza de lo que ocurrió en el partido de cuartos de final ante Costa Rica.Fue por demás fortuito que el silbante catarí Al-Jassim apreciara la falta sobre Jiménez y la sancionara con el correspondiente penalti, a pesar de que en el torneo no se aplica el VAR. Que el mismo Jiménez esta vez acertara en la ejecución de la pena máxima, demuestra que su falla en el encuentro precedente fue un accidente del futbol... y que también aquí aplica la canción de Manoella Torres: “Lo perfecto es inhumano”.Que México fuera incapaz de inclinar la balanza a su favor hasta el punto de generar las ocasiones de gol necesarias para ganar por goleada, como antaño, habla más del crecimiento que los caribeños han tenido que de incompetencia decidida de los mexicanos. Los haitianos ya no son aquellos trogloditas que se tropezaban con la pelota y que se daban por bien servidos con que no se les impusieran marcadores humillantes.A cambio del buen manejo de partido de los tricolores en los tiempos extra, en el que sobresalieron las penetraciones punzantes de Antuna y las triangulaciones en que participaron Jiménez y Pizarro, quedó el recuerdo del disparo que se estrelló en el ángulo izquierdo del marco de Ochoa como el único sobresalto. En compensación, hubo por lo menos dos oportunidades nítidas malogradas por el equipo mexicano: una de Pizarro; otra -la más clara- de Montes.Podrá decirse, con todo, que no fue convincente la actuación del cuadro mexicano. En todo caso, a cambio de las imperfecciones que seguramente serán motivo de aplicación para el técnico, quizá con más problemas de los que en función de los antecedentes históricos cabía esperar, no puede dejar de reconocerse que el equipo ha tenido la personalidad, la templanza y la bravura necesarias para honrar, así sea a tiros y tirones, la condición de gran favorito con que llegó al torneo.Sin embargo, no hay que olvidar que falta la última batalla de esta guerra...