El Pachuca despidió a Tomás Boy como técnico del Guadalajara con una paliza: 4-2; el América recibió a Luis Fernando como su relevo en el cargo con una paliza parecida: 4-1. El descalabro ante los “Tuzos”, la semana pasada, se atribuyó primordialmente a “errores puntuales” del portero y los defensas rojiblancos; la derrota ante los capitalinos, el sábado, estuvo acompañada, paradójicamente, por múltiples comentarios en el sentido de pudo haber sido escandalosa, de no ser por tres o cuatro lances sobresalientes de Toño Rodríguez, que impidieron que el marcador registrara en toda su crudeza la diferencia entre los dos equipos.Las repercusiones del resultado del “Clásico” son del dominio público: el vencedor saltó al subliderato de la clasificación general -empatado con el Necaxa-, y casi seguramente pasará del amplio número de los llamados al selecto de los escogidos para intervenir en la “Liguilla”; el vencido es penúltimo en el tabulador -empatado con Ciudad Juárez-, y para alimentar la mortecina llamita de la esperanza de alcanzar el premio de consolación de participar en el verdadero campeonato (sin mejores perspectivas, hasta donde alcanza a vislumbrarse, que la de servir de carne de los leones), depende un poco de lo que pueda hacer por su propia causa, superando en el corto plazo sus notorias insuficiencias futbolísticas…, y un mucho de los puntos que tengan a bien dejar en el camino, para hacerle el caldo gordo, los 10 equipos que hoy por hoy están royendo el mismo hueso: “Tigres”, “Pumas”, Atlas, Tijuana, Morelia, Monterrey, San Luis, Cruz Azul, Toluca y Puebla.Estaba escrito: ni Boy era el culpable de que el Guadalajara, que ya acusaba graves cuarteaduras en todas sus líneas, se resquebrajara ante el Pachuca, ni Tena tenía la varita mágica que con su simple contacto transformara a un equipo que en todos sus departamentos acusa más carencias que virtudes, en la maquinita de jugar futbol que quisieran ver sus legiones de simpatizantes.En cuanto a algunas notas salientes de la debacle sabatina, ni el discutible penalti que señaló Fernando Guerrero para el tercer gol americanista atenúa la catástrofe, ni lo del “Pollo” Briseño -censurable y punible ciertamente- justifica la lapidación pública a que se le ha sometido. La fuerza excesiva ante Gio dos Santos fue evidente: él mismo lo reconoce; que actuó de mala fe y merece ser tratado como criminal, es insostenible.