Por octava vez en lo que va del Torneo de Clausura se activó la guillotina. Por octava vez se cumplió la máxima de que “Cuando un equipo se muere, el técnico es el culpable”. Por octava vez se aplicó el Artículo 1º. de la Ley de Hilados y Tejidos (un abrazo, doctor Ángel Guillermo Ruiz Moreno), que establece que “La hebra siempre se revienta por lo más delgado”.El nombre del chivo expiatorio en turno, para efectos de la estadística, José Saturnino Cardozo. La gota que derramó el vaso, la derrota de ayer ante los “Pumas”. Una derrota que, sumada a las sufridas anteriormente ante Pachuca, Monterrey y América (más un empate, en casa, ante Querétaro), dan como total, hasta ahora, una campaña gris, mediocre: lamentable para el equipo más popular de México. Una campaña en la que parece factible conseguir los nueve puntos a disputar ante Lobos, Morelia y Puebla, que no son del tipo de rivales que en este momento le quitan el hipo a nadie… pero difícilmente se haría lo mismo ante León y “Tigres”, en los partidos con que se dará el cerrojazo a la etapa clasificatoria del certamen.Dice el boletín en que la directiva rojiblanca difundió ayer, urbi et orbi, la noticia del cese de Cardozo, que “los resultados no van de la mano con los objetivos planteados al principio de la temporada”; que “el rendimiento futbolístico (del equipo) ha ido notoriamente a la baja, lo cual con el plantel disponible no corresponde al panorama que se tenía proyectado para esta etapa del campeonato”, y que por tales motivos se decidió tomar esa drástica decisión.Las cuatro victorias -sobre Tijuana (2-0), Cruz Azul (1-0), Toluca (1-0) y Atlas (3-0)-, alternadas con dos empates (a cero ante Veracruz y a tres ante Necaxa) y una derrota (ante Santos Laguna, 1-0) en las siete primeras jornadas del torneo, alimentaron la ilusión de que el Guadalajara estaba listo para ejercer como El Muchacho de la Película.El tiempo -supremo juez- fue poniendo (“golpe a golpe, verso a verso”, diría Machado) las cosas en su sitio…Un análisis objetivo de los resultados lleva a la conclusión de que, más allá de los buenos deseos de algunos y las cuentas alegres de otros, el Guadalajara ganó los partidos que podían ganarse… y perdió los que debían perderse. Punto.