“Hay maderas que no agarran el barniz”, reza el adagio…-Mi plumaje es de esos -podría terciar Ricardo La Volpe.*Aún no cumple una semana como técnico emergente del Toluca. Es más: ni siquiera inicia formalmente esta etapa en que seguramente intentará desmentir la hipótesis de que “nunca segundas partes fueron buenas”, cuando ya tuvo su primera confrontación con la prensa en pleno… Si observó que los jugadores del Toluca tienden a dejarse influenciar e incluso guiar por notas y comentarios periodísticos, no sólo se explica: se justifica su recomendación -y aun consigna, si llegó a ese punto- de ignorarlos; de señalar que, en efecto, un alto porcentaje de lo que se publica corresponde plenamente al género de la chismografía y/o a la especie del amarillismo.*Como hay muchos que viven en Nueva York desde hace años sin haberse tomado la molestia de aprender inglés, o como muchos trabajan en restaurantes, lavando platos, y quizá no sepan freír un huevo, muchos reporteros de futbol hablan o escriben del tema sin más ciencia que el archivo de nombres de jugadores, técnicos y directivos que almacenan en la memoria. Lo cual, obviamente, no los convierte en entendidos del deporte, ni los capacita para analizar el trámite de un partido en sus aspectos táctico y estratégico, ni el desempeño colectivo de un equipo o un gesto técnico -genial o errático, lo mismo da- de un jugador.*Que un entrenador ignore, en general, los comentarios de la prensa, sin perjuicio de que aprecie y haga propios los que, en efecto, denotan experiencia, conocimiento de causa y capacidad analítica, no constituye ninguna novedad. Quizá esa sea la regla.En México, sin ir más lejos, muchos técnicos prestigiosos solían poner tierra de por medio con respecto a la prensa: Nacho Trelles, Raúl Cárdenas, José Antonio Roca… Otros preferían darle un trato cortés y aun amistoso -Bora Milutinovic, Enrique Meza…-, pero, en el fondo, marcaban su distancia. ¿Qué tanta cercanía?: la necesaria para hacer factible la convivencia profesional, por lo demás inevitable.La Volpe, pues, no dio la nota esta vez por hacer lo que ordena la sensatez o lo que casi todos sus colegas hacen, sino por hacerlo público: algo que va en detrimento de la función de publirrelacionista, que es una de las tantas facetas (maestro, sicólogo, consejero, confesor, tutor…) que todo entrenador debe desempeñar en un equipo.