Después de la buena impresión que causó en su “examen” del viernes ante Bélgica, la Selección mexicana, espoleada –o presionada, ya se verá…— por el adagio según el cual “El que no asegunda no es buen labrador”, querrá redondear la calificación aprobatoria conseguida hace tres días, ahora con Polonia (sexto en el vigente escalafón de la FIFA) como sinodal.*El viernes, curiosamente, la euforia de los críticos contrastó con la mesura del técnico nacional para evaluar, por encima del resultado del partido, el desempeño del seleccionado mexicano…Poco faltó para que los primeros —incluidos algunos de los más reacios a reconocer aspectos positivos en el trabajo de Juan Carlos Osorio al frente del “Tri”— lanzaran cohetes y descorcharan botellas de champaña. El “Profe”, en cambio, centró sus declaraciones en dos aspectos. Uno: “Objetivamente, hacer tres goles de visitante —algo, dicho sea de paso, que sólo a rareza sucede cuando de la Selección mexicana se trata— y no ganar, invita a la reflexión…”. Otro: “Defender mejor los centros”.*Que el “Tri” —sin soslayar los “asegunes” implícitos en todo partido amistoso— tomara ventaja de 3-2 después de estar abajo por 1-0 y 2-1, denota un progreso. En palabras del propio Osorio, “controlar (…) la parte emocional para pensar que podíamos empatar sin irnos todos por el gol”. Indicio, pues, de que se aprendió la lección que dejó el 7-0 adverso ante Chile en la Copa América Centenario.*En la sorpresiva capacidad de reacción exhibida por el cuadro mexicano, hubo —se ha señalado reiteradamente— un factor que no estaba en el script previo: las genialidades del “Chucky” Lozano: un jugador cuya velocidad, habilidad y desparpajo lo hacen diferente a todos los que lo rodean en el “Tri”; un jugador que se atreve a anteponer el atrevimiento sobre el orden y la inspiración sobre la disciplina táctica; un jugador como el que todos los entrenadores del mundo quisieran tener uno, al menos, en su alineación; un jugador que se saca de la manga el recurso que resuelve los problemas para los que el grupo en pleno, por más que hurgue en el librito de su mentor en turno, no tiene soluciones; un jugador que enciende la luz, aclara el camino de su propio equipo y deslumbra al adversario, en plena oscuridad.*La muestra quedó de manifiesto, ante Bélgica, el viernes. Ahora, ante Polonia, corresponde refrendarla.