La pregunta podría parecer inadecuada: si los resultados del Guadalajara en los dos más recientes torneos de Liga fueron mediocres, notoriamente inferiores al alcanzado en el Torneo de Clausura de la temporada antepasada, cuando se conquistó el duodécimo título en la historia de la institución, ¿por qué la reacción de jugadores y simpatizantes del equipo a la noticia del cese de Matías Almeyda como timonel fue de desaprobación, de rechazo y de abucheo a la directiva…?*La respuesta más fácil podría ser que la coronación en la “Concachampios”, que denota la hegemonía de los rayados en la zona geográfica de la Concacaf -en cuya recta final también participaron Tijuana, Tigres y América-, y la consiguiente conquista del boleto para el Mundial de Clubes, disfrazó el fracaso que fue su participación en la competencia doméstica, y distrajo a los aficionados… Como luego dicen: “Pa’l mal cazador, cualquier lagartijo es pieza”.Sin embargo, no es exactamente así. Aunque también llegó a comentarse que el Guadalajara del último semestre fue “candil de la calle y oscuridad de su casa”, vale decir que entre la generalidad de los observadores hubo consenso en que Almeyda dio al Guadalajara un orden táctico y una agresividad bien entendida, que lo convirtieron en un equipo agradable para sus simpatizantes y respetable para todos los rivales, sin excepción.Si no hubo la deseable correspondencia entre el funcionamiento del equipo y los resultados fue, ocasionalmente, por errores defensivos muy puntuales, que se reflejaron en el marcador, y por una carencia genérica del futbol mexicano y específica del Guadalajara, que no estaba en la mano del entrenador resolver con un gesto de prestidigitador: la inoperancia de los atacantes; su incapacidad para convertir en goles, no la totalidad de los acciones ofensivas que se intentan, desde luego, pero sí, al menos, un porcentaje razonable de ellas.*Lo advertían los críticos; lo entendían los aficionados; lo aceptaban los jugadores. Justificaban, por tanto, la exigencia de Almeyda: incorporar refuerzos al plantel… o, en el peor de los casos, no debilitarlo. Y en el aluvión de mensajes surgidos a raíz de la noticia, la aseveración de que Matías había convertido en “una familia” a plantel, cuerpo técnico y aficionados -no se incluye a la directiva en el inventario- deja en claro que hay consenso acerca de quién sería, en el caso, el malo de la película…