Martes, 08 de Octubre 2024

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- ¿Voto de castigo…?

Por: Jaime García Elías

- ¿Voto de castigo…?

- ¿Voto de castigo…?

Por definición, el “voto de castigo” es el que, en el marco de unas elecciones democráticas, el elector emite en contra del partido político gobernante, para castigarlo por su mala gestión, retirándole su confianza, o desaprobar algunas de las políticas llevadas a cabo durante su mandato. En un sistema bipartidista, el voto de castigo se manifiesta principalmente anulando el sufragio personal, votando en blanco o haciéndolo a favor del adversario del (o los) candidato(s) del partido gobernante. (Por ejemplo, los votos a favor de Joseph Biden que impidieron la reelección de Donald Trump en Estados Unidos).

-II-

En México, desde que se dieron las condiciones para que hubiera un auténtico juego democrático, el voto de castigo sirvió, en 2000, para “sacar al PRI de Los Pinos”; en 2012, para hacer lo mismo con el PAN; en 2018, para repudiar las dos fórmulas -“tan malos los pintos como los colorados...”- que ya habían desencantado a la generalidad de la población.

De cara a las inminentes elecciones intermedias, se plantea la posibilidad de que la experiencia se repita: que la reprobación ciudadana a las supuestas bondades -unas en el discurso, otras en la realidad- de la cacareada “Cuarta Transformación”, redundara en el voto de castigo mayoritario, redujera los márgenes de maniobra del Presidente López Obrador y frustrara buena parte de sus proyectos (supuestamente “sociales”) personales.

-III-

En teoría, pudiera ser; en la práctica, es diferente. Mientras no haya un ejercicio de ratificación o revocación expresas de mandato, como el anunciado para el año próximo, en México se puede votar “por”… pero no “contra” tal(es) candidato(s) o partido(s).

El elector, en México, sólo puede optar entre candidatos postulados por partidos sin historia -unos- o que ya probaron -otros- que la incompetencia o la ambición (o ambas) eran, vía de regla, la marca de la casa de sus “abanderados”; candidatos que prometen paraísos, como todos -sin excepción- los que los han precedido; que se refugian en la consabida letanía de propuestas genéricas -pan, salud, justicia, etcétera-, que todos los ciudadanos quieren oír pero pocos gobernantes (o representantes) han concretado…, o dedican sus mejores afanes a exhibir, a falta de ideas o posibles soluciones a las carencias sociales más notorias, las miserias morales de sus adversarios… y, de paso, las suyas propias.

El elector, en México, pues, aunque quisiera poder castigar a ineptos y falsarios, está condenado a optar entre dos quimeras: la ilusión y la esperanza.

jagelias@gmail.com

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