Si la pregunta de “si ya no puede hacer ningún comentario”, y la aseveración de que “es una plática aquí, una conversación”, el “rollo” del Presidente López Obrador, el miércoles pasado, sobre la pertinencia de poner “una pausa” a las relaciones entre México y España, hubiera surgido en el contexto de una conversación de sobremesa o de pasillo con su mujer o con algún velador de Palacio Nacional, sus dichos estarían en el contexto de las charlas informales; intrascendentes, por tanto...Empero, como surgieron en una de sus cotidianas “conferencias de prensa”, se entiende que los suyos, más que simples comentarios, fueron declaraciones. Se explica, por ende, que las mismas desataran una tolvanera y motivaran las correspondientes respuestas del canciller José Manuel Albares y del Ministerio español de Asuntos Exteriores. Del primero, que “habría que preguntar qué es lo que (López Obrador) quiso decir”; del segundo, que España y México están unidos “por profundos lazos humanos, culturales, históricos, lingüísticos y económicos”; que más de 175 mil españoles residen en México y cerca de 30 mil mexicanos residen en España”; que “España es el segundo inversor en México -después de Estados Unidos- y cuenta con siete mil empresas en ese país”; que la inversión española en México supera los 70 mil millones de euros, y la mexicana en España rebasa los 25 mil millones.-II-Más allá de la propuesta de “darnos un tiempo, una pausa” (por definición, breve interrupción de movimiento, acción o ejercicio), López Obrador soltó varias expresiones que un gobernante prudente y sensato se abstendría de emitir a la ligera. Una, la aseveración de que había “un contubernio (por definición, alianza vituperable), una promiscuidad (sucia, ilícita) económica, política, de los gobiernos de México y España”; otra, que los españoles “nos saqueaban”; una más, que “deje de vernos (España) como tierra de conquista”; y otra: “No queremos que nos roben”. Todas esas expresiones sugieren la convicción de que, en pleno siglo XXI, México sigue sufriendo las supuestas o reales atrocidades de la Conquista... y, por supuesto, que ahí está el adalid de la Cuarta Transformación, más puesto que un calcetín, para salvar al país de ese apuro.-III-Es legítimo que el ciudadano común reivindique el derecho a “decir lo que se piensa”... Pero es incuestionable que el gobernante debe “pensar lo que se dice”, porque éste, más que el ciudadano común, es dueño de sus silencios... y esclavo de sus palabras.jagelias@gmail.com