Algún majadero -cuyo nombre nadie se molestó en consignar- desató sonrisas socarronas al comparar a las campañas electorales con el noviazgo, y al ejercicio de gobierno con el matrimonio. Allá, las promesas; acá, la canija realidad.Ahora mismo, en plena recta final del cortejo de los candidatos a los potenciales electores, previo a los comicios del próximo primero de julio, dos de los aspirantes a la Presidencia Municipal de Guadalajara dieron sendas notas merced a otras tantas interesantes propuestas. Mire usted…-II-En una esquina -no viene al caso puntualizar si de los técnicos o de los rudos-, Ismael del Toro, de Movimiento Ciudadano, más allá de la palabrería que asemeja a los candidatos con los merolicos de plazuela (“gobierno de vanguardia”, “eficiente colaboración metropolitana”, etc.), externó el buen deseo de “dar una nueva cara al Centro Histórico” de la ciudad, vinculándolo con los barrios tradicionales, y “promover turísticamente los íconos de Guadalajara”, con el Centro como punto de partida. En otra, Miguel Zárate, de Acción Nacional, en un encuentro con profesionales de la arquitectura, planteó una inquietud que seguramente comparten quienes, primero, aman a la ciudad, y, después, certifican y lamentan que la calidad de vida de sus habitantes tienda, en general, más a empeorar que a mejorar: “generar una mejor ciudad”, lo que incluye los rubros consabidos: movilidad (hay horas en que las dizque vialidades se tornan intransitables), “redensificación del Centro” (despoblado, inseguro, degradado, ruinoso…), “renovación de la ciudad” y “rescate del patrimonio inmobiliario e histórico” de la misma.-III-El asunto -“the question”, diría Hamlet- estriba en que el buen deseo de Del Toro de ninguna manera está reñido con las inquietudes de Zárate. Independientemente del candidato que gane la elección -Ismael, Miguel o cualquier otro aspirante-, lo ideal sería que la ciudad ganara; que las mejores propuestas planteadas durante las campañas, independientemente del color de las banderas de sus autores, se transformaran en proyectos de gobierno, sea cual sea el resultado de los comicios; que no se abandonen ni se desechen sólo porque provienen de quienes han sido adversarios en la contienda electoral, pero ni son estúpidos… ni tienen por qué verse como enemigos después de la contienda.Lo inteligente, por una parte, y lo deseable para la ciudad y sus habitantes, por otra, sería que todas esas propuestas se recogieran y se les aplicara lo que decía la publicidad de cierto antigripal: “Son dos (o las que sean…), se toman juntas”.