Domingo, 24 de Noviembre 2024
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- Restricciones

Por: Jaime García Elías

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Es evidente que la mayoría de las protestas ciudadanas son legítimas. Lo que está por verse es si, además, son justas...

Son legítimas porque las leyes -el Artículo  9º. de la Constitución, concretamente- amparan el derecho de los ciudadanos “de asociarse o reunirse pacíficamente con un objeto lícito”, y señalan que “no se considerará ilegal (ni) podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad”.

Sería el caso de la que se registró el domingo pasado, primero en la emblemática Glorieta Minerva y posteriormente afuera de Casa Jalisco para cuestionar (EL INFORMADOR, XI-9-20) “las medidas tomadas por el gobernador desde el inicio de la contingencia sanitaria y el cierre de negocios” al aplicarse el “botón de emergencia”, así como por “buscar confrontación con el Gobierno Federal para ganar protagonismo y proyectarse a nivel nacional con fines electorales”.

-II-

Las restricciones a la movilidad durante dos semanas a raíz del incremento de contagios de COVID-19, fueron acatadas de buen grado por la mayoría de los ciudadanos. Hubo consenso -salvo prueba en contrario- de que era lo sensato: el precio que había que pagar, por más que significara un quebranto a la economía y una cortapisa a las libertades, a cambio de  bienes mayores como la salud y la vida.

Quizá los ciudadanos que entendieron y acataron las disposiciones de la autoridad, sean mayoría.

En todo caso, habrá que atribuir el éxito -si así quiere verse- de las marchas de protesta dominicales, a la capacidad de convocatoria de las agrupaciones (Ánimo Jalisco, Colectivo Justicia Para el Pueblo, Colectivo Solidario Zapopan y Regeneración Tonalá, entre otras, según la nota periodística de referencia) que las organizaron... y a que quienes decidieron respetar las medidas dispuestas por la autoridad no consideraron pertinente o necesario explicitarlo realizando marchas.

-III-

Por cierto: en la aplicación del “botón de emergencia” hubo errores garrafales. Los más notorios fueron los que entorpecieron el transporte, desquiciaron la movilidad, dieron pie a que apareciera por generación espontánea un sistema irregular de transporte -camionetas y automóviles particulares que prestaron el servicio, en el entendido de que detectar una necesidad y aportar el correspondiente satisfactor es una de las leyes económicas más elementales-, y ocasionaron hacinamientos como los que se pretendía evitar o reducir... Pero esa, en todo caso, será una de las lecciones que deberá dejar esta experiencia, por si hay necesidad de repetirla.

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