Para llevar las cosas al extremo de la simplificación, podría decirse, a partir del proverbio, que hay dos maneras de quitar el hambre a los mexicanos pobres: una, regalándoles pescados; otra, enseñándolos a pescar. Ejemplo de la primera serían los programas asistenciales discurridos por la actual Administración, hechos realidad -según el discurso de la misma- merced a los ahorros conseguidos desde que, por decreto, la corrupción fue desterrada del ejercicio gubernamental y quedó archivada como nefasta práctica del pasado. Ejemplo de la segunda sería educar a los mexicanos para desarrollar sus talentos y adquirir las habilidades que les permitan, por su propio esfuerzo, incorporarse al mercado laboral y acceder a un nivel de vida digno y decoroso. -II- Se suponía que la administración anterior, a partir de una visión similar, diseñó, con ese fin, la Reforma Educativa. La sección más combativa del gremio magisterial decidió que dicha Reforma no buscaba mejorar la calidad de la educación -en beneficio, primordialmente, de los educandos- sino conculcar sus derechos laborales, convirtió en bandera esa convicción, y consiguió, a cambio de apoyar al candidato ganador en las elecciones presidenciales del año pasado, el compromiso del mismo, de “no dejar ni una sola coma” de dicha Reforma. Los bloqueos y manifestaciones que han entorpecido las sesiones del Congreso orientadas -valga la paradoja- a reformar la Reforma (y que van a continuar, según se ha anunciado, en cuanto las comisiones camerales intenten reanudar las discusiones sobre el tema), cuentan con el apoyo decidido de un experto, precisamente, en bloqueos y manifestaciones -las utilizó como estrategias de campaña durante 18 años-, quien declaró, la semana pasada, que “…ya hicimos lo más importante, que es rechazar la mal llamada ‘Reforma Educativa’”, y anunció haber dado instrucción -a los legisladores, se infiere… no obstante la teórica división (y consiguiente autonomía) que equilibra y limita los Poderes en el régimen gubernamental vigente- de que “todo aquello que pueda significar el que se mantengan disposiciones que afecten a los maestros, he dado instrucción de que se quite todo”. -III- No se trata, pues, de implantar el modelo educativo que responda a las necesidades de los niños y jóvenes interesados en (o necesitados de) ganarse un lugar en la vida, por su propio esfuerzo, sino de reformar la Reforma para dejarla al gusto de “trabajadores de la educación” poco identificadas con el concepto clásico (“persona que transmite conocimientos, pero principalmente valores y enseñanzas”) del maestro.