Hace doce años, su autoproclamación como “Presidente legítimo”, fue una mascarada; esta vez, su proclamación pública como uno de los presidentes más legítimos que México ha tenido en su historia, por la amplitud y la limpieza indiscutible de su victoria en las elecciones del domingo, va totalmente en serio.-II-No ha pasado tanto tiempo desde que en México se generaron las condiciones para que fueran totalmente confiables las elecciones, como para olvidar las prácticas que hacían de ellas, en las siete décadas de la “dictadura perfecta” (Vargas Llosa dixit) encabezada por el PRI, una farsa. Las declaraciones de los otros tres contendientes –Anaya, Meade y Rodríguez Calderón—, reconociendo el resultado como expresión de la voluntad ciudadana mayoritaria y de la pulcritud formal del proceso, realizado y vigilado por los mismos ciudadanos, fueron sintomáticos de que, en ese aspecto, México dio un gran salto cualitativo hacia la madurez política.La debacle de los partidos tradicionales se explica por sí misma. El PRI encarnaba todos los vicios públicos que los ciudadanos más detestan; uno, sobre todo (…aunque ocasionalmente ellos mismos lo propician): la corrupción. El PAN, en las oportunidades que el voto ciudadano le dio, demostró estar mejor equipado para ser oposición que para ser gobierno. Los dirigentes de uno y otro, además, al fusionarse con otros partidos, evidenciaron que la conveniencia y el cálculo estaban por encima de sus principios.-III-Es probable que López Obrador, como candidato, no les haya llegado ni a los talones a varios que fueron presidentes… e incluso a varios que no lo fueron. Ni su preparación, ni su solidez ideológica, ni su brillantez oratoria, ni su carisma abonaban demasiado a favor de su candidatura.Vale reiterarlo: las virtudes que lo posicionaron como favorito en las campañas y lo llevaron al triunfo en las elecciones, fueron su perseverancia –sobrevivió a dos derrotas anteriores en las urnas—, sus críticas sistemáticas a los gobiernos emanados de “el PRIAN” –como él denomina a los que se han alternado en lo que va del siglo—, su compromiso (verbal) con la austeridad y la probidad –aunque se le acuse de haber hecho un feudo personal y de sus allegados del partido que lo llevó al poder—, y la insistencia en que esos mismos atributos caracterizarán a sus colaboradores, para hacer realidad el gobierno eficaz y honesto prometido por todos sus predecesores… y que la mayoría de los ciudadanos siguen esperando.
