Ayer, hasta donde se supo, ya no hubo manifestaciones contra el alza anunciada a las tarifas del transporte público en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Y no propiamente porque sea de cumplimiento obligatorio el adagio de que “no hay entusiasmo tapatío que dure más de 72 horas”, sino porque, en todo caso, se supone que las voces de los inconformes ya se hicieron escuchar; que los destinatarios de las protestas debieron tomar nota de sus planteamientos; que posiblemente tengan intención de ponderarlos -enriquecidos por argumentos de autoridad adicionales, como la posición oficiosa de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos o las declaraciones del rector de la Universidad de Guadalajara, Ricardo Villanueva-… Sin embargo, ante el irrebatible razonamiento de que -en palabras del gobernador Enrique Alfaro- sin el ajuste anunciado todo el sistema del transporte urbano “colapsaría financieramente y dejaría de operar”, habrá que aceptar que la decisión era inevitable, y que no habrá vuelta de hoja.-II-Ahora bien: el lado bueno del asunto es un elemento novedoso al que habrá que calificar -con las reservas del caso, desde luego- como esperanzador: el compromiso público del gobernador, de mejorar un servicio que, desde la perspectiva de los usuarios, consigue la nota aprobatoria “de panzazo” simplemente porque existe -peor sería si no existiera, ciertamente-, pero dista mucho de ser tan eficiente y digno como alguna vez fue… y como debería de volver a ser.El gobernador puso plazos y estableció etapas: en “unos días”, una asignatura pendiente de las últimas cinco o seis administraciones estatales (y solemne promesa de campaña de la precedente): la restructuración de las rutas; en cuatro meses, equipos de pago electrónico en todas las unidades, para aplicar subsidios a estudiantes, adultos mayores y discapacitados; en un año más, la sustitución de unidades por camiones nuevos, menos contaminantes. -III- Aunque la historia enseña a desconfiar de las promesas de políticos, la palabra del gobernador merece, al menos, el beneficio de la duda.Si en un año se concretan los avances anunciados, es probable que empiece a revertirse el círculo vicioso que, lejos de desincentivar el uso del automóvil particular -los permisionarios aseguran que el número de usuarios del transporte público tiende a descender gradualmente-, invite a los automovilistas a optar por el transporte público, en beneficio de una movilidad más eficiente y menos costosa. Si no -como dicen los jóvenes de ahora-… ¡ya valió…!Colofón: ¡corre tiempo…!