A unos seis meses -“según San Lucas…”- de que se cumpla el plazo para que empiece a funcionar la Línea 3 del Tren Eléctrico Urbano de Guadalajara, una de las asignaturas colaterales pendientes -valga la expresión- es el malhadado subterráneo de la Plaza Guadalajara.El espacio es reducido, ciertamente; su ubicación, en cambio -frente a la Catedral que sigue siendo el símbolo por excelencia de la ciudad, y en el corazón mismo del Paseo en que se pretende convertir la tradicional Avenida Alcalde-, es inmejorable. El que fuera, prácticamente desde la ampliación de las principales avenidas del Centro de la ciudad, a mediados del siglo pasado, estacionamiento de automóviles, fue reconvertido en infecto, incómodo, desagradable, despersonalizado, antiestético y al final de cuentas fallido mercado de baratijas por las autoridades municipales, afanadas en confinar en un espacio mínimamente funcional y atractivo a las decenas o centenares de vendedores ambulantes que se propuso desterrar de las calles peatonalizadas del Primer Cuadro de Guadalajara.El proyecto fracasó, como era previsible que sucediera, porque su diseño fue lamentable. El lugar carecía del mínimo de atractivos exigibles: una “tienda ancla” o “de conveniencia” -como se les denomina en la jerga empresarial- a la manera de las que tienen sucursales o franquicias por centenares en prácticamente todas las ciudades del país, y que han propiciado la extinción de casi todos los antiguos “estanquillos” o “changarros”; alguna cafetería o fuente de sodas que hiciera las veces de oasis para los cientos de beduinos -turistas o lugareños- que diariamente, unos por necesidad, otros por gusto, deambulan por la zona…Abandonado por la gran mayoría de los locatarios (una nota de “Milenio” [XI-23-19, p. 11] señala que “de los 322 locales con que cuenta, solamente continúan abiertos alrededor del 10 por ciento”) -obviamente por falta de clientes que los hagan costeables-, el calificativo a la medida para el que se pretendía fuera un espacio digno para los comerciantes y agradable para los innumerables potenciales clientes que tendría, es este: “repelente”; (es decir, el antónimo de “atractivo”).La promesa de la autoridad municipal en turno consiste en “integrar” ese espacio a la Estación Catedral de la Línea 3 del Tren Eléctrico Urbano… sin que hasta ahora, que se sepa, haya un proyecto conceptual que alimente la esperanza de que los encargados de tomar decisiones en beneficio de la ciudad y sus habitantes no vayan a tropezar, ¡una vez más!, en la misma piedra.