Al día siguiente de que Estados Unidos dejó caer la primera bomba atómica sobre Hiroshima -el 6 de agosto de 1945-, Carlos Denegri, en su columna de “Excélsior”, escribió una sola línea: “Padre nuestro que estás en los cielos...”, y dejó el resto del espacio en blanco.Guardando todas las distancias, es algo muy parecido a lo que hizo el gobernador de Zacatecas, David Monreal, al comentar la noticia de que la madrugada del miércoles apareció abandonada una camioneta con diez cadáveres frente al Palacio de Gobierno en que él despacha: “Hay que encomendarnos a Dios (...), y vámonos a las actividades”.-II-Filosóficamente se cuestiona la pertinencia de que un país como Estados Unidos, tan de avanzada en tantos aspectos, tenga un lema ostensiblemente religioso: “In God we trust”. Y aunque para ceremonias tan solemnes como la toma de posesión de sus autoridades civiles se haya institucionalizado el ritual de jurar sobre la Biblia, asuntos tan importantes como el combate al delito, la persecución de los delincuentes y en general la administración de la justicia, se ponen, en la práctica, en manos de los hombres, a los que se exhibe y se sanciona cuando por torpeza o mala fe yerran ostensiblemente en tan delicadas encomiendas.Las creencias religiosas, por supuesto, son muy respetables; no lo son tanto, en cambio, actitudes como cruzarse de brazos -tanto por piedad como por incompetencia-, elevar los ojos al cielo y dejar en manos de Dios los asuntos que deberían resolver los humanos, y muy particularmente quienes gobiernan.Como escribió Bertrand Russell en su ensayo “¿Puede la religión curar nuestros males?”: “Al progresar la civilización, las sanciones terrenales se hacen más seguras, y las sanciones divinas, menos. La gente encuentra cada vez más razones para pensar que si roba la detendrán, y menos razones para pensar que, si no la pillan, Dios la castigará de todas maneras (...). La mayoría de la gente (...) no roba, y (...) el verdadero motivo es la probabilidad del castigo terrenal”.-III-En 2021 -refiere “El Universal”-, “Zacatecas rompió récord en hechos violentos y homicidios derivados de la cruenta pugna entre cárteles” delincuenciales, que dejó más de 34 cadáveres colgados en puentes, o tirados en espacios públicos. Michoacán, Guanajuato, Tamaulipas, Jalisco y otras entidades del país, en esa materia, no son precisamente sucursales del Paraíso Terrenal... aunque muchos de sus habitantes -incluidos los propios delincuentes- suelen encomendarse devotamente a Dios (como sugiere David Monreal) al emprender sus actividades.jagelias@gmail.com