Al que mucho promete, mucho deberá exigirse. Otros Presidentes, como López Obrador al asumir el cargo, también empeñaron su palabra en que serían autores de una transformación radical del país: desde la “Renovación Moral de la Sociedad” de Miguel de la Madrid hasta el “mover a México” planteado por los publicistas de Peña Nieto, pasando por el “Bienestar para todos” que fue bandera de campaña de Ernesto Zedillo” y la metamorfosis (“El Cambio”) que se produciría, ipso facto, según Vicente Fox, al “sacar al PRI de Los Pinos”. A todos se les dio el correspondiente crédito a la palabra. Ninguno cumplió cabalmente. Todos quedaron a deber.-II-Más allá de las buenas intenciones acostumbradas en esas circunstancias, los discursos de López Obrador, el sábado, y la letanía de proyectos y programas incluidos en ellos, incorporaron un elemento novedoso: el diagnóstico de los tumores cancerosos enquistados en el complejo organismo de la sociedad mexicana, y la decisión -palabras, hasta ahora…- de erradicarlos: la corrupción, la desigualdad social y la violencia.De los procedimientos quirúrgicos idóneos para extirparlos de raíz, sólo se tienen vagas nociones, deseables ambas: la austeridad como norma de su incipiente administración, y la honestidad de los gobernantes -una rareza en México- como modelo para los gobernados. De ahí a contar con el equipo humano y los recursos necesarios para hacer realidad todos los programas que repercutirán, a la brevedad, en mejores condiciones de vida para todos los mexicanos (aunque “primero los más pobres”…), se supone que sólo habrá un paso.-III-En lo que, al paso del carro, se acomodan las calabazas, fue inevitable, el sábado, reparar en el anticipo del Purgatorio que seguramente fue para el ahora ex Presidente Peña Nieto, tener que tragarse, sin hacer gestos, después de las corteses expresiones de agradecimiento por no haber metido mano en las elecciones de julio pasado, la sucesión de críticas al modelo político y económico vigente en su sexenio y en los anteriores, y las sonoras reconvenciones, por la ineficacia de sus fórmulas y por su patente afán de valerse del poder en su propio beneficio, a quienes encarnaron “la mafia gobernante” durante esa etapa. Patética escena.Por lo pronto, la transformación que López Obrador propone, se antoja no sólo deseable sino necesaria, obligada, urgente incluso, porque el diagnóstico concuerda con la dolorosa realidad cotidiana en que están atrapados millones de mexicanos… pero parece misión imposible si un solo hombre -él- se propone hacerla efectiva.