Domingo, 19 de Enero 2025

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- Masacres

Por: Jaime García Elías

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Hay de masacres a masacres; la de la madrugada del domingo al lunes en Tultepec y la de ayer en Nueva York, por ejemplo...

Hasta las primeras horas de la tarde de ayer, podía decirse que no tiene caso desgarrarse las vestiduras por las atrocidades que pasan en un suburbio o barriada de cualquiera de las grandes ciudades mexicanas, si en la capital del mundo ocurren barbaridades similares; que no hay, en el fondo, demasiada diferencia entre las ocho víctimas mortales del domingo en el

Estado de México y los 16 heridos de ayer en “La Gran Manzana”; que, en último análisis, la impunidad -de momento al menos- va siendo el común denominador entre uno y otro episodio; que, en ambos casos, la sociedad civil puede deplorar la incompetencia de las autoridades para identificar y detener a los responsables.

-II-

Hay, sin embargo, algunas notables diferencias...

En el caso de Nueva York, es probable que, conforme pase el tiempo -horas, tal vez-, los primeros indicios acerca de la fisonomía y la indumentaria del autor de la balacera en la estación del metro de Brooklyn, se robustezcan y propicien su identificación y ulterior aprehensión. Es probable, también, que la masacre corresponda plenamente a las características de ese tipo de crímenes: que haya sido un ataque indiscriminado, concebido y perpetrado por un desquiciado, en contra de personas no solo inocentes, sino desconocidas para él.

En Tultepec, las tres mujeres, los cuatro niños y el hombre abatidos, integraban una familia. Es posible que el o los asesinos tuvieran motivos -que no razones- para cometer el crimen; rencillas o conflictos personales, por ejemplo, y que el odio y el rencor explicaran -aunque no justificaran- la saña con que actuó o actuaron, asesinando no solo a su posible rival sino a toda su familia.

-III-

Solía decir el doctor Mario Rivas Souza, vaca sagrada -con todo respeto- entre los criminólogos tapatíos, en la cátedra y en entrevistas, que “los muertos hablan”. Quería decir que los indicios encontrados en los cuerpos de las víctimas y en las escenas de los crímenes, pueden y deben ser la punta de la hebra que conduzca al investigador acucioso hacia el ovillo mismo...

Y ahí está otra diferencia sustancial entre la masacre de Nueva York y la de Tultepec: que allá el esclarecimiento y la sanción de los delitos con todo el peso de la ley son la regla; aquí lo uno y lo otro son la excepción.

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