Es de suponerse que a la noticia de que Margarita Zavala abandona su sueño guajiro de contender por la Presidencia de la República, se le busquen algunas analogías con el cuento de Rubén Darío, alusivo a otra Margarita: “Este era un rey que tenía / un palacio de diamantes, / una tienda hecha del día, / un rebaño de elefantes (…) / y una gentil princesita, / tan bonita, Margarita, / tan bonita como tú”.Una tarde, la Margarita del cuento “vio una estrella aparecer; / la princesa era traviesa / y la quiso ir a coger”. Lo logró, de hecho. Volvió a casa, y el Rey –su padre— la reconvino: “¿No te he dicho / que el azul no hay que cortar? / ¡Qué locura, ¡qué capricho!... / El Señor se va a enojar…”.-II-Poesías aparte, esa parte del cuento no se desarrolló de la misma forma en la realidad. Si la candidatura de Margarita encontró simpatizantes al principio, muchos de ellos la apoyaron porque dieron crédito a la versión de la propia Margarita, de que Ricardo Zavala abusó de su condición de presidente del PAN para coaligarse con antiguos adversarios (PRD y Movimiento Ciudadano) y catapultar su propia candidatura; otros, por el simple hecho de ser mujer: la única que aparecería esta vez en las boletas para la elección presidencial.Como el otro candidato independiente para la elección en puerta (Jaime Rodríguez Calderón), Margarita, primero, consiguió el aval del Instituto Nacional Electoral cargando consigo la sospecha de que muchas de las firmas ciudadanas que respaldaron su inclusión eran apócrifas; y como Rodríguez Calderón, Margarita, después, se encargó de desencantar a sus simpatizantes iniciales y de debilitar, en consecuencia, sus perspectivas de convertirse en real aspirante a la Presidencia, merced a la tibieza e inconsistencia de su discurso y a los indicios que aportó durante los siete meses que duró su afán, entre pre-campaña y campaña propiamente dicha, de no estar suficientemente equipada para el ejercicio del cargo. Haber sido una buena primera dama –considerando que su principal virtud, como tal, fue la discreción— no la convertía, ipso facto, en candidata natural para ocupar el cargo que ocupó su marido.-III-Como sucedió con otros candidatos y candidatas en el pasado, la presencia de Margarita en las boletas se hubiera limitado a ser testimonial; simbólica…Hablando en plata, la suya ya era –dicho sea con todo respeto— una candidatura meramente decorativa: “de volantín”, pues.