Viernes, 22 de Noviembre 2024

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- Luz amarilla

Por: Jaime García Elías

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El “botón de emergencia” activado por las autoridades estatales a raíz del COVID-19, se desactivó… en vísperas del “Buen Fin”. Ya sin las restricciones vigentes durante las dos semanas anteriores, en los primeros días del ciclo en que tradicionalmente, desde hace unos años, se incrementan significativamente las ventas, la afluencia de personas a los centros comerciales se disparó notoriamente.

-II-

Los medios de comunicación dieron cuenta del fenómeno; consignaron que las tiendas se abarrotaron; que en el interior de las mismas, a despecho de las medidas que se aplicaron para limitar los ingresos, las personas se agolpaban y aun se atropellaban; que otras hacían filas en el exterior, desentendidas de la “sana distancia”; que aunque se aplicaban los “protocolos” -palabra de moda- en los ingresos (toma de temperatura, distribución de gel desinfectante y cubrebocas, etc.), no todas las personas utilizaban correctamente la mascarilla. Adicionalmente, también se tomó nota de que las autoridades municipales “apercibieron” a algunos establecimientos porque no fueron tan atingentes como deberían serlo para asegurarse de que las medidas sanitarias se aplicaran al pie de la letra.

La conclusión es obvia: desactivar el “botón de emergencia” en vísperas del “Buen Fin” fue una medida positiva para la economía… pero riesgosa -por decir lo menos- para la salud pública.

Las ventas se incrementaron, seguramente; pero, en compensación, es probable que con los contagios y sus funestas consecuencias suceda lo mismo: en dos semanas lo sabremos. Si, en efecto, se produce un repunte en los contagios, quizá tenga que reconocerse que “por darle al violín, se le dio al violón”; los hechos, si así ocurre, darán la razón al adagio de que, con más frecuencia de la deseable, “lo barato cuesta caro”.

-III-

También deberá reconocerse, sin embargo, si eso sucede, que sería un error refugiarse en el trillado argumento de que “el gobierno tuvo la culpa”...

Aunque sea el villano predilecto de la mayoría de los ciudadanos, el gobierno, esta vez, por una parte, fue sensato al dar luz verde a las actividades económicas… Pero también, por la otra, fue claro, enfático e insistente en que la pandemia sigue siendo una seria amenaza; que no hay indicios de que en el corto plazo se den las condiciones propicias para la vuelta a la “normalidad normal” (valga el pleonasmo); que el antídoto más eficaz para enfrentarla es la res-pon-sa-bi-li-dad per-so-nal…, y que debe continuar vigente, por tiempo indefinido, la luz amarilla para la movilidad social.
 

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