Los ciudadanos van a las urnas, como ayer, sobre aviso de que en materia de gobiernos no se cumple al pie de la letra la sentencia de Jorge Manrique en las Coplas a la Muerte de su Padre: “Cualquiera tiempo pasado fue mejor...”.Desde el virreinato, hace cinco siglos, hasta la alternancia con que la democracia mexicana despidió al Siglo XX y saludó al XXI, dos gobernantes –sólo dos— han ganado plaza en el santoral de la historia: Benito Juárez en el Siglo XIX, y Lázaro Cárdenas en el XX. De los demás, los pocos que medianamente se salvan, oscilan entre el limbo –porque su grisura los puso más allá del bien y del mal— y el purgatorio. Los restantes –los más— ya fueron refundidos, inconfesos, en el infierno de la repulsa popular.-II-Los ciudadanos van masivamente a las urnas, como ayer, esperanzados en que su voto contribuya a evitar que se cumpla la desoladora paráfrasis de Mario Benedetti a la ya de por sí pesimista frase de Manrique: “Cualquiera tiempo futuro será peor”.Quienes tienen la edad suficiente para haber participado en varias “fiestas cívicas” –así se les denomina en la jerigonza oficial— como la de ayer, sacaron de ellas, probablemente, una amarga experiencia: que de la ilusión de la jornada electoral al desencanto de las acciones de Gobierno de quienes resultan ganadores, sólo hay un paso; la sensación de que los únicos ganadores son los afortunados que en esa tómbola consiguen los premios que no necesariamente se otorgan a los ciudadanos mejor dotados para el servicio público sino –como decía Don Efraín González Luna— “a los más hábiles para acceder a los cargos que les permiten vivir como no podrían hacerlo si tuvieran que hacerlo gracias al trabajo honrado”.-III-Si las campañas dejaron la sensación de que la mediocridad de las propuestas –muchas frases huecas, pocos conceptos sustanciosos— fue la consecuencia lógica de la mediocridad de los candidatos, también dejaron un beneficio, por lo menos: el diagnóstico acerca de las carencias más acentuadas de la población: la pobreza de los más; la delincuencia por la que tantos han optado; la violencia que ha alcanzado los niveles más atroces de la historia…Sólo queda esperar que cuando los gobernantes elegidos ayer pasen de las promesas de campaña a las acciones de Gobierno, los ciudadanos no tengan que refugiarse, una vez más, en la frase de Les Luthiers: “¡Perdimos…, perdimos…, perdimos otra vez…!”.