Sábado, 21 de Septiembre 2024

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- Los debates

Por: Jaime García Elías

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Aunque en el tema de las elecciones, y particularmente en el de “la madre de todas las batallas”, al decir de los entendidos “este arroz ya se coció” porque no se vislumbra ningún resquicio para que en los escasos 90 días que restan para la cita en las urnas puedan revertirse las tendencias, hay un aspecto, al menos, en que un porcentaje significativo de los electores, el de los indecisos, estaría atento para definir el sentido de su voto: los debates entre los candidatos a la Presidencia de la República.

-II-

El asunto, como es del dominio público, aún está en el aire. Entre las declaraciones desdeñosas de quienes lo han calificado como un ejercicio ocioso, por estéril, y las de quienes exigen hacerlo selectivo, por considerar que de los cuatro candidatos registrados sólo dos tienen reales posibilidades, por un lado, y los esfuerzos de la autoridad electoral por confeccionar un formato convincente para los aspirantes y atractivo para los potenciales electores, por el otro, las fechas y modalidades siguen —por lo menos hasta mañana jueves— en veremos.

Los debates, integrados a la práctica democrática en México desde las campañas previas a las elecciones federales de 1994, tienen una enorme ventaja sobre los medios tradicionales utilizados por los partidos para ganarse la voluntad de los votantes no alineados a lo que se conoce como “voto duro”: que atraen la atención mayoritaria de los ciudadanos. Y, sobre todo, que por el equilibrio en el reparto de los tiempos y la obligatoria brevedad en las intervenciones de los participantes, algún impacto significativo dejan en la memoria del elector. Algo que no sucede por la vía de los mítines, en los que todavía impera la añeja práctica del “acarreo”, y en los que muy probablemente se replica el efecto de las homilías (o de ciertas homilías…) de la misa dominical: que tanto las promesas de amores de aquéllos como los llamados a la conversión de éstas, a la mitad más uno de los feligreses les entran por un oído y les salen por el otro.

-III-

Las expectativas, pues, están depositadas, de manera preponderante, en los debates… aunque la experiencia ha demostrado que no necesariamente hay una relación de causa a efecto entre el tenor de los mismos y el resultado de los comicios.

Dicho en términos coloquiales: no siempre el que demuestra tener más saliva para debatir, tiene más pinole a la hora de captar votos.

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