Por más que se diga que “el mundo es ancho y ajeno” y que lo que ocurre en la casa del vecino no es de nuestra incumbencia, la noticia del linchamiento de dos campesinos, en el Estado de Puebla, por parte de una turba que en juicio sumario decidió que eran “roba-chicos” y procedió a ejecutarlos en forma masiva, cruel y expeditiva, está más cerca de nosotros y nos involucra más directamente de lo que a golpe de vista pudiera pensarse. Mire usted…-II-En la literatura, Fuenteovejuna, de Lope de Vega, es el ejemplo paradigmático: hartos del comendador Fernán Gómez, los habitantes de un pequeño pueblo de labradores deciden hacer justicia por propia mano; lo matan en forma tumultuaria, y asumen colectivamente la responsabilidad; así, cuando el juez instructor del caso pregunta a los pobladores “¿Quién mató al comendador?”, la respuesta, invariablemente, es la misma: “Fuenteovejuna, señor”.En Guadalajara -en Zapopan, más precisamente-, el incidente análogo más reciente data de hace un año: dos individuos abordaron un autobús y, a mano armada, asaltaron a los pasajeros; uno de ellos logró desarmarlos, los persiguió y con su misma arma les hizo sendos disparos mortales, para abordar enseguida otro autobús y huir del punto; cuando llegó la Policía, los testigos se negaron a dar datos que permitieran identificar al homicida.-III-En la realidad, en la mayoría de los casos en que situaciones similares han ocurrido, los papeles de los malos y los buenos no están tan claramente definidos como en la obra de Lope o en el episodio ocurrido en los rumbos de Carretera a Tesistán y Periférico. En el linchamiento de los dos supuestos “robachicos” en Acatlán de Osorio, Puebla, la Fiscalía descartó plenamente el delito que se les imputaba, y a partir de videos que consiguió recuperar, cree estar en condiciones de identificar, procesar y sentenciar a los responsables.Quienes participan en un linchamiento, más allá de la convicción de que hacen justicia por propia mano, tienen, por una parte, la certeza de que la autoridad judicial es incompetente; por la otra, la de que su intervención, decididamente ilícita, categóricamente criminal, quedará tan impune como la gran mayoría de los delitos que se cometen en México… Llegar, en el caso en comento, hasta las últimas consecuencias, para evitar que lo que fue un hecho aislado se convierta en regla generalizada, constituye una exigencia social ineludible para las instancias teóricamente encargadas de hacer justicia.