Domingo, 01 de Diciembre 2024

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- La pregunta

Por: Jaime García Elías

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Dejen “lo complicado”: ¡lo inútil de la pregunta...! El innecesario debate acerca de la claridad, corrección, precisión o pertinencia de la pregunta que se planteará a los ciudadanos en el ejercicio de Revocación de Mandato programado para el próximo 10 de abril, podría ser un excelente ejemplo de la proverbial “discusión bizantina”.

El concepto alude a las controversias ociosas, inútiles y carentes de sentido -“frecuentes en los terrenos de la política o la teología”, suelen decir los estudiosos del idioma- que en la antigua Bizancio (hoy Constantinopla) pretendían definir asuntos tan irrelevantes como el sexo de los ángeles y un largo etcétera.

-II-

Si la pregunta fuera “¿Estás de acuerdo en que al Presidente se le revoque el mandato o en que siga en el cargo?”, la opción no podría ser un simple “sí” o “no”, porque, planteada así, la pregunta implica una contradicción. Si, en cambio, la opción es “que se revoque el mandato” o “que siga”, el planteamiento parecería inequívoco.

Ahora bien: probablemente tenga razón el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, al sugerir que quizá la mayoría de los ciudadanos, en México, no entienda el significado preciso ni los alcances de la palabra “revocar”, esencial en el ejercicio.

Revocar significa “dejar sin efecto una concesión, mandato o resolución”. Pero al no ser un vocablo de uso ordinario para el común de los mexicanos, cabe la hipótesis de Zaldívar, de que pudiera confundirse, por ejemplo, con “ratificar”, que significa... exactamente lo contrario.

-III-

Aferrado a su afán de seguir siendo La Novia de la Boda y en Niño Dios del Nacimiento (narcisismo, llaman los sicólogos a la patología consistente en la admiración exagerada por sí mismo), el autor de la ocurrencia -tan ociosa como inoportuna y tan estéril como onerosa- debería entender dos cosas:

Una, que dispone de los niveles de aprobación que le dan las encuestas (que, por lo demás, no hay que pagar con miles de millones de dinero de un pueblo pletórico de carencias).

La otra, que ni siquiera su resentimiento patológico y su locuacidad incontenible, que lo inducen a atizar todos los días las brasas de la polarización entre los mexicanos (cuando un presidente debería preocuparse por fomentar la unidad y la concordia -dos conceptos que, obviamente, no embonan con su ADN- entre los ciudadanos), lo eximen del deber, legal y moral, de llevar su encomienda a término.

jagelias@gmail.com
 

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