Hace dos semanas, a raíz del “culiacanazo”, fue el reconocimiento tácito de que “los delincuentes”, en cuanto se lo proponen, pueden poner de rodillas al Gobierno. Ayer, a raíz de la agresión contra mujeres y niños -doce muertos en el episodio hasta la tarde de ayer-, el reconocimiento del Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, fue expreso. Literalmente, que “una de las posibles causas de la agresión -mera especulación, doce horas de ocurrida la misma- sería que una de las camionetas en que viajaba la familia LeBarón (ostensiblemente niños y mujeres) pudo haber sido confundida por grupos -criminales, se infiere- que se disputan el control de la región”.-II-Si el funcionario gubernamental de más alto rango en materia de seguridad en el país declara que se disputan el control de la región dos grupos delincuenciales dedicados ostensiblemente al narcotráfico, el secuestro y la extorsión, sus palabras tienen que interpretarse como reconocimiento implícito de que el Gobierno, ahí, como en muchos otros rincones del país, cumple una función meramente simbólica; de que carece de capacidad para evitar que los malhechores sienten sus reales e impongan su ley a la gente de bien.Entre las reacciones que el suceso generó, sobresalen dos: el mensaje del presidente norteamericano, Donald Trump -explicable porque las víctimas y sus familias tienen la doble nacionalidad-: “Si México necesita o solicita ayuda para librarse de esos monstruos, los Estados Unidos están listos, deseosos y dispuestos para intervenir y hacer ese trabajo rápida y efectivamente”; y, por supuesto, la respuesta del Presidente López Obrador, menos ambigua de lo que a simple vista parece: “Si en los convenios de cooperación hay posibilidad de que se pueda contar con ayuda en caso de que se necesite, en el marco de la legalidad vigente, pero no es que vengan agentes de otro país a México...”. (En lenguaje llano: “No, gracias”).-III-Si la violencia, en el marco del crecimiento y la multiplicación de los “cárteles” delincuenciales que se han enseñoreado de buena parte del país, ocasionalmente tiene cierta lógica -circunstancias que, sin justificarlas, explican muchas aberraciones que parecen haberse institucionalizado-, masacrar mujeres indefensas y criaturas inocentes es, por donde quiera mirarse, una monstruosidad.“Habrá justicia”, sentenció el Presidente, en el entendido de que merece el beneficio de la duda… Pero, también, quizá, de que la impunidad reinante en este país no permite alimentar demasiadas esperanzas de que su promesa vaya a cumplirse.